Marcelo Aptekmann
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Termina la mala racha cósmica !
El próximo Domingo 1 de diciembre, en las Iglesias se leerá del Evangelio la parte conocida como La venida del hijo del Hombre, en la que Jesús dice a Sus discípulos:
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. (Lucas 21:25-27).
El Final de Todo lo conocido
Estos primeros versículos nos sitúan claramente: estamos ante un fragmento de lo que en la literatura judía se denomina Apocalíptica. La Apocalíptica es una provincia de la literatura profética judía, ya que habla sobre los dilemas a los que el pueblo judío se verá próximamente enfrentado, pero con el agregado de que esto sucederá en el fin de los tiempos.
Jesús anuncia la inminencia de un Apocalíptico fin de los tiempos. Desde hacía varios siglos que los últimos profetas de Israel, y luego los visionarios Apocalípticos venían anunciando que se avecinaba un cambio arrasador de todo lo conocido. Y, de hecho, la visión de Jesús fue corroborada cuando, cuarenta años después de que las tropas del Imperio Romano lo crucificaran a Él, esas mismas tropas tiraron abajo el Sagrado Templo de Jerusalem, poniendo fin al culto que allí se practicaba.
Es también el Fin de los finales, y la promesa de un nuevo comienzo.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. (Lucas 21:28). Esta es la Esperanza que el Magisterio de Jesús ofrece a Sus discípulos judíos. Les anuncia que el fin de los tiempos está cerca, pero que luego vendrá el reino de los cielos. Lo hace en un lenguaje que se nutre profundamente de la cosmovisión judía, y que se funda en La Palabra, así como nos llega a través de los profetas del pueblo judío.
A ¿quién se refiere cuando habla del Hijo del Hombre? Lo menciona aquí, y luego inmediatamente de nuevo: Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.
Los nubarrones de la inminente catástrofe nacional del pueblo judío ya venían arremolinándose desde hacía siglos sobre la tierra de Israel, siempre a merced de los Imperios de turno. La idea de un personaje, clave en lo que vendría después, también estaba dando vueltas desde hacía varios siglos. No estaba clara, en la conciencia popular, la exacta naturaleza de ese enviado divino que intervendría en el momento final del plan de salvación, pero uno de Sus nombres era: El hijo del Hombre
La primera lectura (según el Leccionario) trae una de las tres versiones de lo que la frase el Hijo del Hombre significa en el contexto de la cosmovisión judía, en los días de Jesús.
Ya llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra. En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán: “El Señor es nuestra justicia” (Jeremías 33 :14-16)
En Jeremías hijo del hombre o hijo de Adán es el hombre en general, se refiere a todos los hombres. Es lo mismo que significa la expresión nacido de una mujer que se encuentra en los Rollos del Mar Muerto y en Gálatas 4:4. En este sentido general, la frase se evoca en varios pasajes del Evangelio, como: Y les dijo: El sábado fue hecho para el hombre, no el hombre para el sábado (Marcos 2,27-28).
Otro significado de la frase hijo del hombre/hijo de Adán está a lo largo del libro de Ezequiel y sus múltiples ecos en la literatura rabínica: así es como Dios se dirige al profeta allí. Este sentido individual está muy presente en la tradición sinóptica, cuando Jesús habla de sí mismo, sobre todo en premonición de su futuro destino trágico.
Tal vez decir el hijo del hombre en lugar de "yo" era más sencillo, menos personal, más humilde, cuando se refería a que algo desastroso le esperaba al orador, como en: Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. (Lucas 9:58) ¿Habla de la miseria humana universal? ¿O Jesús habla específicamente acerca de Sí mismo? El giro verbal tiende un manto de discreción (y humildad) sobre esta cuestión.
Un tercer sentido de la frase se encuentra en Daniel 7. Habiendo descrito la historia del mundo como un gobierno consecutivo de cuatro imperios malvados, representados en la esfera celestial por cuatro bestias horribles, su visión describe la era futura de redención personificada en uno como un hijo del hombre. No está claro si este hijo del hombre fue pensado por el autor como una figura verdaderamente individual, aunque angélica, o sólo como una representación simbólica de la gloria de Israel.
En el libro de Daniel, el término Hijo del Hombre aparece en el contexto de una visión profética. Es la visión de un conflicto cósmico entre las bestias, que representan los reinos terrenales, y el Anciano en Días, que representa a Di-s.
Al incluir al Hijo del Hombre en su visión profética, Daniel enfatiza la intervención divina en la historia humana. El Hijo del Hombre se presenta como una figura que actuará en nombre del pueblo de Dios, llevando a cabo su liberación final y el establecimiento del reino eterno de Dios. La tradición interpretativa cristiana ha tomado esta interpretación de la visión de Daniel como un anuncio de la misión mesiánica de Jesús.
En la tradición judía, El Hijo del Hombre de la visión de Daniel puede ser visto como una restauración del llamado original de la humanidad a gobernar con Dios sobre la creación. Como al Hijo del Hombre se le concede autoridad, gloria y poder soberano por parte del Anciano de los Días, encarna el gobierno divino que estaba destinado a la humanidad desde el principio, que contrasta marcadamente con los gobernantes de las naciones, a quienes se representa como bestias, simbolizando la corrupción y el caos que resultan de la rebelión humana y el rechazo del gobierno de Dios.
Que todos nuestros gobernantes sean bendecidos, para que puedan sean buenos gobernantes. Y que elijan serlo.