SAN PABLO Campus
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Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano (1 Reyes 17: 11b). La primera lectura –según el Leccionario- que se leerá en las iglesias el próximo Domingo 10 de noviembre, narra que el profeta Elías le pide un poco de pan de su mano a la misma mujer (pobre y viuda) que ya había ido a buscar un poco de agua en un vaso para él. Resalto que no le pidió meramente algo de pan, sino que le pidió que lo trajese en su mano.
¿Por qué elijo resaltar este fragmento?
Porque ilumina a la lectura del Evangelio correspondiente a ese día desde la perspectiva de la tradición judía. El fragmento del Evangelio según San Marcos, que será leído poco después, en el mismo servicio religioso, narra que Jesús, cerca de la caja de las ofrendas del templo, observó que muchos ricos echaban grandes cantidades, y Entonces llegó una viuda pobre y echó dos monedas pequeñas (Marcos 12: 42).
La enseñanza de Jesús a sus discípulos, está en lo que les dijo: Les digo la verdad, esta viuda pobre ha dado más que todos los demás que ofrendan (Marcos 12:43). La primera explicación nos la da el mismo Jesús: "ellos dieron una mínima parte de lo que les sobraba, pero ella, con lo pobre que es, dio todo lo que tenía para vivir" (Marcos 12:44).
Aunque en la tradición judía se enseña que es muy importante cuánto da una persona, y que es muy meritorio que alguien que tiene poco no deje de ser caritativo, la primera lectura insinúa otra enseñanza de Jesús, que refiere a un aspecto de la tradición judía que puede pasar desapercibido para quien no la conozca vivencialmente.
Parecería que lo que el libro de Reyes señala como meritorio es la fe de la viuda que dio de comer al profeta Elías, porque él profetizó para ella: Porque el Di-s de Israel ha dicho: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra. Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías (1 Reyes 17: 14-16).
Pero, a mi entender, otra clave importante para entender la importancia que Jesús le da al donativo de la mujer es que lo da con su mano. Se involucra humanamente.
La generosidad material, y la confianza en Di’s son importantes, pero la primera lectura habilita que pongamos el énfasis en que el amor a Di-s es inseparable del trato cálido y respetuoso que le debemos a nuestro prójimo.
Los actos de bondad nos animan a ir más allá de nosotros mismos al apoyar a los demás con compasión y cuidado. Los pequeños gestos pueden significar mucho hoy en día: ver cómo está un amigo, llamar a un padre o abuelo con el que no estás de acuerdo políticamente pero que amas profundamente, ser voluntario en la comunidad, o simplemente estar ahí para los necesitados, pueden tener un profundo impacto. Realizar actos de bondad es una puerta siempre abierta hacia el camino a ser mejor persona.
En la tradición rabínica los gestos personales de bondad –en hebreo se denominan Guemilut jasadim- son considerados uno de los tres pilares que sostienen al mundo ( Avot 1:2) y que tienen la peculiaridad de que por más que nos esforcemos, nunca podremos excedernos y hacerlos en demasía.
Una ilustración bíblica de este tipo de buena acción que va más allá de la letra de la Ley, que no es obligatoria pero que corresponde realizar, es cuando el patriarca José cumple con satisfacer el deseo de su padre y no lo entierra en Egipto (Gen 47:29).
Lo más parecido a la Guemilut jasadim que encontramos en la Biblia son los gestos de jésed, que en general son los de camaradería fraternal y de la lealtad que una de las partes de un pacto debe rendir a la otra. Se caracterizan por la reciprocidad, la amistad, la fraternidad, la lealtad y el amor, aunque usualmente el jésed es realizado solo por el socio más fuerte dentro de la relación mutua.
En la tradición rabínica (post bíblica) ya desde los días de Jesús (y hasta nuestros días) la Guemilut jasadim (literalmente: el otorgamiento de la bondad amorosa) es la más completa y fundamental de todas las virtudes sociales judías, que abarca toda la gama de los deberes de consideración compasiva hacia el prójimo.
La primera declaración de un rabino registrada por el Talmud, la máxima de Simeón el Justo, lo menciona como uno de los tres pilares del judaísmo (son: el estudio de la Torá, el servicio del Templo y Guemilut jasadim"). De estas tres cosas depende la continuidad de la existencia del mundo" (Avot 1:2).
Se encuentre entre las cosas que no tienen tope en este mundo y que el hombre disfruta de sus frutos en este mundo, mientras que el árbol le queda en el mundo venidero. Es decir que su práctica proporciona satisfacción en este mundo, mientras que se considera una virtud para él en el Día del Juicio. Esto, dicho sea de paso, es una excepción a la regla general de que el placer en este mundo es a expensas de los bienes espirituales.
El Talmud de Jerusalén (Pe'ah 1:1, 15b) diferencia entre Guemilut jasadim expresado en servicio personal ("con su cuerpo") y con los bienes materiales de uno. Sostiene que sólo el primero es ilimitado en su alcance, mientras que el segundo está limitado por la regla general de que uno no necesariamente debe gastar más de una quinta parte del valor total de sus posesiones en buenas obras. La versión del libro de oraciones explica que la Guemilut jasadim se puede expresar (entre otras expresiones de simpatía y bondad) como hospitalidad a los caminantes, visitar a los enfermos, dar dote a la novia y asistir a los muertos hasta la tumba".
Guemilut jasadim abarca una gama más amplia de bondad humana que la caridad: La caridad sólo se puede dar con el dinero de uno; Gemilut Ḥasadim, tanto por servicio personal como con dinero. La caridad sólo se puede dar a los pobres; Guemilut jasadim, tanto a ricos como a pobres. La caridad sólo se puede dar a los vivos; Guemilut jasadim, tanto a los vivos como a los muertos (Talmud: Suk. 49b)
Casi en tono de humor
Por lo tanto, un regalo dado con el ceño fruncido a un hombre pobre puede ser caridad; pero la misma cantidad dada con una sonrisa y una palabra de buen ánimo lo eleva al nivel de Guemilut jasadim. Casi en tono de humor, los rabinos señalan que el único ejemplo demostrable de gemilut ḥasadim genuinamente altruista es el respeto a los muertos, ya que en él no existe el pensamiento tácito de que el destinatario pueda corresponder algún día.
Para la ética rabínica, quien niega el deber de Guemilut jasadim, niega el fundamento del judaísmo (Eclesiastés Rabá. 7:1). Sólo aquel que lo practica es considerado apto para ser miembro del pueblo judío (Talmud: Yevamot 79ª). Por estos motivos el estudio de cómo dar caridad de modo que además sea Guemilut Jasadim es una de las cuestiones fundamentales en el estudio del Musar, la ética rabínica que mencionamos hace algunas semanas en este blog.
Darle pan a un hambriento es ya por sí mismo un gesto importante, necesario, fundamental. Darlo cuando parece que no sobra, es doblemente meritorio. Darlo después de haberlo preparado con amor, al rescoldo del amor, y entregarlo en mano acompañado de una sonrisa empática, es Guemilut Jasadim. Es lo que –en la tradición interpretativa judía- narra la primera lectura, que quizás sirva para orientarnos sobre cómo interpretar el Evangelio.
Que nuestro creador te bendiga dándote la oportunidad de realizar muchos gestos de Guemilut Jasadim, y que te las ingenies para no desperdiciarlas.

Ramón Ricciardi y Bernardo Hurault, “padres” de la Biblia Pastoral, respondieron claramente al desafío entre la disputa teórica a la cercanía vital.
En los comienzos de su misión en Chile, leían la Palabra con la gente, siguiendo la “revisión de vida”, un método de reflexión sobre la vida cotidiana de los fieles a la luz de los Evangelios desarrollado por el sacerdote belga Joseph Cardijn, fundador de la juventud obrera cristiana (JOC), dedicada a la evangelización en ámbitos obreros.
Esta dinámica se mantuvo en todo el trabajo de la Biblia Pastoral Latinoamérica que fue “traducida, presentada y comentada para las comunidades cristianas de Latinoamérica y para los que buscan a Dios”.
La Biblia Latinoamérica es una obra realizada con claros criterios de practicidad inmediata y cercanía vital, es decir, teniendo muy en cuenta a unos lectores muy concretos con sus posibilidades de captar y asumir el contenido del libro sagrado.
Destinatarios de esta obra fueron, en principio, los creyentes chilenos entre los que se desenvolvía su ministerio pastoral y, en más amplio radio, todos los del área latinoamericana; luego, se amplió el panorama a otros países y culturas del mundo.
El P. Bernardo, se dejó llevar por un inalcanzable ideal, a la vez que reconociendo sus propios límites, y poniendo todas sus energías para mejorar la situación social y eclesial, haciendo que la Palabra siga avanzando y sea glorificada (cf. 2 Tes 1,3).
Por eso, con la nueva y continuamente renovada traducción de la Biblia “popular y entretejida de comentarios pastorales”, miraba a que el laicado saliera de su condición simple y de estar siempre sometido a la exposición del mensaje por parte de los sacerdotes, quizás no suficientemente interesados en la tarea.
Es la suya una posición profética, a contracorriente, él se siente plenamente sacerdote y actúa siempre tratando de superar el rol tradicional y de abrir nuevos caminos. No quiere que el sacerdote haga simplemente la lectura de la Biblia ante la asamblea de los fieles, sino que la Palabra de Dios esté en las manos, en la casa y en el corazón de todos los creyentes, ya que de otra manera no les llegará más que con cuentagotas.
En sus cartas el P. Bernardo relata:
“Para la primera edición, yo podía usar fácilmente el griego; del hebreo sólo conocía las bases. Después, habiendo pasado cuatro meses en Israel, pude trabajar directamente sobre el hebreo. En cuanto a los comentarios, llegué a hacerme responsable del 90% de ellos, rehaciendo todo lo que no me gustaba. La presentación, la selección de textos en letra grande y pequeña, las ilustraciones y todo lo demás lo hice yo también. Ramón lo leía todo y me ayudó mucho. Él me obligaba siempre a volver al campo pastoral”. |
Toda su actividad el Padre Bernardo Hurault la consideraba “obra de Dios”, que va combinando los eventos, para abrir caminos a la evangelización y la realización del Reino.
A la oración asidua confiaba todos sus pasos, reconociendo a la vez sus propios límites, así escribía: “Es una lástima llevar trabajos tan de Dios y serlo uno tan poco, tan esclavo de los nervios y de la actividad … Fácilmente uno considera de Dios lo que es suyo propio … Solamente sé que el Señor lleva un poco las cosas y espero que hará algo a tiempo para que yo no sea manco al desembarcar en la eternidad”.