Gracias por compartir este momento de reflexión.
Cuando el Señor se apareció a Salomón en un sueño, el joven rey le pidió a su Creador:

 Da, pues, a Tu siervo un corazón con entendimiento para juzgar a Tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal. Pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo Tuyo tan grande?” (1Reyes 3:9)

Este texto sirve para resaltar una diferencia importante entre las sagradas escrituras cristianas (A.T.) y las sagradas escrituras judías (Tanaj), que en lugar de un corazón con entendimiento dicen que Salomón le pidió al Todopoderoso Un corazón que escucha. La diferencia entre una y otra versión tiene raíces muy profundas.

La versión cristiana, que se lee este domingo 30 de Julio en las iglesias, está encarrilada dentro de la tradición interpretativa desjudaizante cuyas raíces ideológicas comenzaron a desarrollarse unos siglos antes del nacimiento del cristianismo. Una antigua traducción de las sagradas escrituras judías al idioma Griego volcó al idioma y al sistema de ideas de la cultura helenista los textos hebreos. Al hacerlo, los reformateó para que armonizasen con las estructuras, valores y maneras de pensar helenistas.

Luego, con el paso de los siglos, la cristiandad hizo suya aquella primer versión en griego de la Biblia, que inicialmente había sido usada por los judíos de Alejandría, pero que éstos gradualmente fueron abandonando.
El problema es que, en comparación a la del helenismo, la concepción judaica del mundo es mas sonora que visual, es de la palabras mas que de la imagen, de la escucha antes que de la mirada.

Abraham, Isaac y Jacob no se encontraron con Su presencia en una imagen visual. Fue Su voz la que le habló a Moisés desde la zarza ardiente. Las palabras de Moisés a los Israelitas son precisas: “Entonces Di-s te habló fuera del fuego. Oíste el sonido de las palabras, pero no viste ninguna imagen; sólo había una Voz.. Ten mucho cuidado, ya que no viste ninguna imagen el día en que Di-s te habló desde el fuego en Horeb." (Deuteronomio 4:12).

La palabra hebrea para decir escucha es: Shemá. Es una de las palabras clave del Deuteronomio (donde aparece al menos 92 veces). Pero esta palabra clave es intraducible. Significa muchas cosas: oír, escuchar, prestar atención, comprender, interiorizar y responder. Aunque está cerca, no significa "obedecer".

Al tomar esta palabra como punta del ovillo, estamos cerca de sentir latir el pulso de la cultura que produjo el libro Deuteronomio y a la cual nació Jesús. Para entender esta palabra deberemos estar preparados para salir de nuestra zona de confort y adentrarnos en una mentalidad diferente a la de la tradición interpretativa cristiana.

En el nivel más básico, Shemá representa el aspecto del judaísmo que fue el más revolucionario en su época: que Dios no puede ser visto. Sólo puede ser escuchado. Esta idea atraviesa toda la Biblia y afecta nuestras metáforas básicas del conocimiento.

Hasta el día de hoy, en castellano, prácticamente todas las palabras que usamos para calificar al intelecto se rigen por metáforas de la vista.

Cuando entendemos algo, decimos: "Ya veo".

Hablamos de retrospectiva, previsión, visión e imaginación; de hacer una observación, de poner las cosas en perspectiva. Toda esta constelación lingüística es el legado de la cultura visual del Helenismo.

En la cultura occidental, viendo es como se comprende. Pero en la cultura judía, eso se hace escuchando. Como afirma el rabino David Cohen en su libro Kol ha-Nevuah, el Talmud usa constantemente la metáfora del oído. Cuando trae una prueba, dice Ta shma: Ven y escucha. De una inferencia, dice: Shemá mina: Escucha de esto. Si alguien no está de acuerdo con un argumento: Lo shemiyah leih quiere decir: no pudo oírlo. Una conclusión es Mashma: "de esto se puede escuchar".

Tan indispensable es el sentido de escuchar que para la ley judía si alguien es responsable de la sordera de otro, está obligado a compensarlo por el valor completo de su vida. Es como si le robara a otra persona de todas sus facultades. Por el contrario, si alguien es declarado culpable de causar que otro se vuelva ciego, debe compensarlo solo por la pérdida de su ojo. (Bava Kamma, 85b; Shulchan Aruch, Choshen Mishpat, 420: 17, 25).

Por otra parte: ¿Cómo entender que no haya la palabra "obediencia" en el hebreo bíblico, cuando en la Biblia hay 613 preceptos? Una interpretación posible, según la tradición judaica, es que eso nos dice que nuestro Creador no busca la obediencia ciega.  Tal vez Él quiere que, como Salomón, escuchemos no solo con nuestros oídos, sino con los recursos más profundos de nuestras mentes, es decir: con corazón.

Si nuestro Creador hubiese buscado la obediencia, habría creado robots, no seres humanos con una voluntad propia. Al hacernos a los seres humanos "a Su semejanza", estaba creando alteridad.

El puente entre uno y otro es la conversación: hablar y escuchar. Cuando hablamos, les decimos a los demás quiénes y qué somos. Cuando escuchamos, permitimos que otros nos digan quiénes son. Si no podemos escuchar a otras personas, entonces ¿podremos escuchar a Dios?

¿Puedo reconocer su semejanza al Altísimo en alguien de lenguaje, fe e ideales diferentes a los míos? Si no puedo, entonces he hecho mi idea de mi Creador a mi imagen, en lugar de permitirle que me rehaga en la Suya. La propuesta del monoteísmo no tiene porqué ser: un Creador y, por lo tanto, una fe, una verdad, una manera. Puede ser: la unidad crea la armonía en la diversidad.

La gloria del mundo es su asombrosa multiplicidad: los miles de idiomas hablados por la humanidad, los cientos de religiones, la gran variedad de expresiones del espíritu humano, en la mayoría de las cuales -si prestamos atención- escucharemos Su voz, diciéndonos algo que necesitamos saber. 

No creo que el Creador de la humanidad quiera que todas las religiones y culturas sean iguales entre sí, del mismo modo que tampoco un padre querría que sus hijos sean todos idénticos.

Hoy en día, gracias a los filtros de Google, y a las redes sociales, es fácil deslizarse a vivir encerrado en una cámara de eco y solamente escuchar las voces de aquellos que comparten nuestros puntos de vista.

Es mas cómodo no tener que escuchar, no ser desafiado, no ser movido fuera de nuestra zona de confort. Pero escuchar al diferente es un acto profundamente espiritual, que también puede ser doloroso. Escuchar con corazón es el mayor regalo que podemos dar a otro ser humano. Ser escuchado es un acto redentor.

Tal vez la fe no consista en enarbolar una doctrina. Tal vez solamente consista en poder escuchar Su canción, a pesar de todo el ruido.
Bendiciones
Last modified: Thursday, 27 July 2023, 8:49 PM