Transfiguración significa alegría? por Marcelo Aptekmann
Un relato puede ser interpretado de muchas maneras, pero solamente la interpretación que tenga en cuenta el contexto histórico originario recuperará el sentido que lo relatado tuvo para sus protagonistas.
El próximo domingo 6 de Agosto -día de la transfiguración de Jesús- en las iglesias se leerán versículos del libro de Daniel, del evangelio según San Mateo y de la 2ª carta de Pedro. Los feligreses entonarán palabras llenas de alusiones a una festividad del culto israelita, que fue celebrada por Jesús y sus compañeros de camino. Las alusiones a la espiritualidad propia de esa festividad judía solamente salen a la luz si los versículos se leen teniendo presente el contexto judaico en el que se originaron.
En cierta ocasión los apóstoles Pedro, Santiago y Juan acompañaron a Jesús a orar en un monte. Estando allí, mientras Él oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su ropa se hizo más blanca y resplandeciente… Aparecieron entonces Moisés y el profeta Elías y hablaban con Jesús acerca de Su muerte que pronto tendría lugar. Pedro, no sabiendo lo que decía y estando muy asustado, ofreció armar refugios precarios, hechos de ramas, para ellos. Fue entonces que una nube los envolvió y una voz celestial dijo, Este es mi Hijo, mi Escogido; a Él oíd. (Mateo 17:1-9) y también en Marcos 9; Lucas 9 y 2 Pedro 1).
La fe en Jesús no es lo mismo que la fe de Jesús y sus apóstoles. Sus primeros discípulos celebraban las festividades judías, y todavía no sabían de la naturaleza divina de su maestro, o que algún día habría cristianos celebrando la sagrada Eucaristía y rememorando la Transfiguración de Jesús.
Fue justamente cuando la Transfiguración de Jesús –llena de la simbología de la festividad judía de Sucot- que algunos de sus discípulos empezaron a entrever que había una intervención sobrehumana en la vida de su maestro. ¿Qué es Sucot? En Arameo, el idioma que hablaba Jesús, es un "refugio precario, hecho con ramas". Es una choza, una humilde tapera.
En Sucot, la liturgia judía nos propone abdicar de la ilusión de vivir seguros y protegidos por muros y nos ayuda a recordar con gratitud que la Divina presencia –en hebreo: la Shejiná-, es misericordiosa. La festividad incluye una enseñanza espiritual sobre la alegría. Es para experimentar vivencialmente con estas cosas que nos mudamos, durante una semana, a los refugios precarios (las Sucót), levantadas bajo las estrellas.
La palabra Sucá, en la época de Jesús, tenía dos significados diferentes. Sucá (en idioma Arameo) además de ser el nombre de un tipo de refugio transitorio quiere decir "nube". En esta asociación entre una "choza precaria" y una "nube" hay más de lo que salta a la vista. En esas moradas precarias evoca la tradición judía la peculiar nube que nos condujo durante 40 años después del Éxodo de Egipto. La misma que descendió sobre el monte Sinaí cuando fueron entregados los 10 mandamientos, y luego se mantuvo sobre la tienda que contenía el Arca de la Alianza. (Éxodo 40: 34).
Cuando la nube se elevaba, las gentes guiadas por Moisés se ponían en marcha, y si no lo hacía, seguían acampando a la espera de que les indicase el momento en que debían seguir adelante. En Éxodo 34:28 encontramos el relato de cómo se "Transfiguró" el rostro de Moisés durante el curso de su segunda ascensión al monte Sinaí, cuando trajo las segundas tablas de la Ley.
La Torá dice que el rostro de Moisés emitía rayos de luz (hebr: Karan), pero en un claro ejemplo de lo que resulta de extraer un texto sagrado de su contexto cultural e histórico, la traducción latina que hizo San Jerónimo (en la Vulgata) dice que Moisés tenía cuernos (hebr: Keren).
Cristianos y judíos, al creer en el Único, compartimos una esperanza, un mismo horizonte, aunque lo busquemos por diferentes caminos y en diferentes direcciones. Podemos seguir estando en desacuerdo sobre qué es exactamente lo que quiere Di-s de cada uno de nosotros (¿tal vez quiera cosas diferentes de cada uno?), pero no neguemos que "de arriba" hemos recibido lo necesario para reconciliarnos entre nosotros.
Cristianos y Judíos no estamos de acuerdo en: si cuando el mesías venga será por segunda vez, o si será la primera. ¿Pero por qué unos y otros insistimos en querer tener la razón con relación a esta doctrina? ¿Acaso no es obvio que al pretender imponer nuestra idea pasamos por encima de las razones de nuestro hermano? Semejante conducta tal vez sea pertinente en el ámbito de los tribunales, pero ¿en la vida? ¿Cómo se hace para amar a alguien como Di-s manda cuando al mismo tiempo se quiere tener la razón en una polémica con ese alguien?
En la tradición judía Los valores y las doctrinas teológicas suelan estar encriptadas en gestos que a primera vista pueden pasar desapercibidos; los cimientos de la fe aparecen bajo la apariencia de gestos cotidianos. Por ejemplo: La más importante de las festividades es la más humilde, frecuente y doméstica (es el Shabat). La esperanza mesiánica en el mundo de justicia se hace presente en la copa de vino sostenida en cada Kiddush (bendición del vino).
Sucot es la festividad con la liturgia mas rica en este lenguaje críptico. Para entender Sucot es fundamental la vivencia de humildad (vinculada a los refugios precarios) y éstos con la nube de Gloria y la Divina Presencia (la Shejiná) y comprender el papel central de la alegria en la pedagogía espiritual de Sucot. Todos estos elementos están presentes en el relato de la transfiguración de Jesús, según los evangelios.
Hoy en día, en Sucot nuestra costumbre es invitar a vecinos y amigos (también los que no son judíos) a compartir y disfrutar la Sucá. De hecho, la liturgia admite la participación de los no judíos en la construcción de las chozas. En la época de Jesús se conocía a Sucot como la festividad "para todas las naciones". Era costumbre, cada día de la semana festiva, ofrecer sacrificios en el nombre de todas las naciones conocidas en aquella época y rezar pidiendo bendiciones para ellas (hoy diríamos: para todos los no judíos).
El Nuevo Testamento menciona la aparición de Moisés y del profeta Elías, en una referencia a que Cada anochecer, en la Sucá, se acostumbra a brindar hospitalidad a un personaje bíblico diferente, que se hace presente en la persona de alguno de los celebrantes. Su presencia física en la Sucá es mas una especie de alegoría, que una puesta en escena. Es una costumbre muy antigua. Cada comunidad invitará –según sus tradiciones - a diferentes personas a representar el papel de un patriarca (como Moisés o el profeta Elías). Quien sea invitado y se preste a esta representación simbólica, no tiene necesariamente que ser judío.
Por su naturaleza especialmente alegre y placentera, a Sucot se la conoce como "Ha Jag" (" La Fiesta ") y también "Zman Simjateinu"(Tiempo de Nuestra Alegría). En tiempos bíblicos coincidía con la vendimia y la cosecha de los frutos de los árboles. A partir del tercer día de Sucot, en los tiempos bíblicos se practicaba una liturgia especial, con agua. Según los Evangelios, los hermanos de Jesús peregrinaron de Galilea a Jerusalén, para participar de las celebraciones de Sucot (Juan 7:2), pero Jesús no quiso acompañarles. Sin embargo mas tarde decidió unirse a la celebración, pero sin darse a conocer (Juan 7:10).
Probablemente llegó a tiempo para la liturgia del agua, llamada Simjat Beit Hashoeivah. Se vertían libaciones de agua sobre el altar de los sacrificios (era traída en procesión desde fuera de las murallas de Jerusalén) y luego se cantaba y bailaba alrededor del Templo y en las calles iluminadas con antorchas, hasta muy entrada la noche. Era la fiesta mas esperada del año, en la que el Templo, las viviendas y calles de Jerusalén eran adornadas.
El Talmud dice que quien no ha compartido esas celebraciones no sabe lo que es la verdadera alegría en esta tierra. Hoy en día no tenemos el Templo ni su altar, y por lo tanto no hacemos allí libaciones de agua, pero muchas comunidades aún celebran Simjat Beit Hashoeiva con música y bailes durante las noches de Sucot. La alegría es porque en esta fiesta establecemos una conexión profunda con nuestro Creador. Es tradicional comparar esa alegría con la de un niño que jugando se zambulle en el agua.
Según los evangelios, en el último día de la fiesta de Sucot se puso Jesús de pié y alzó la voz diciendo: "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que crée en mí, como dicen las Sagradas Escrituras, de su interior correrán ríos de agua viva" (Juan 7:37). Pero ¿qué es lo que brotará, como el agua viva que brota de un manantial, del interior de sus discípulos?
La liturgia de Sucot nos pone ante una paradoja fundamental para todo ser humano. Durante el servicio religioso del Sábado de la semana de Sucot se lee el libro de Eclesiastés. Es un libro sapiencial, que nos lleva a contemplar nuestra vida a la luz de nuestra inevitable muerte, y que parece vaciar de sentido a cada vida.
La festividad de Sucot rinde tributo a la austeridad de la travesía del desierto, y lo hace reafirmando la sacralidad de la alegría. Pero dado que todo terminará pronto ¿para qué tanto alboroto? Eclesiastés es claro: pronto seré como una bocanada de humo en el viento pues toda mi existencia es futilidad. Eclesiastés no se cansa de repetirlo una y otra y otra vez, mientras enumera el inventario de nuestros vanos intentos de construir con nuestras vidas algo que perdure mas allá de nuestras muertes.
El miedo a la desolación de la muerte, probablemente fue el motivo por el que algún genio ideó las pirámides, pero es indudable: algún día también ellas desaparecerán. ¿Intentamos compensar nuestra endeble y perecedera existencia acumulando riquezas, poder, honores… pretendiendo dejar alguna marca en la creación? Todo es efímero: Y aunque quedase alguna señal de que una vez estuvimos aquí ¿qué importa? ¡No estaremos allí para disfrutarlo!
Ante semejante desolación ¿qué es lo que debemos celebrar con alegría? Además: ¿Qué sentido tiene que me ordenen que debo estar alegre? ¿Por qué tengo que someterme a semejante intromisión en mi intimidad, justamente cuando Eclesiastés me está recordando que muy pronto ya nadie recordará que alguna vez existí?
Tal vez: Eclesiastés plantea el problema y la Sucános enseña cómo resolverlo. Lo hace como una mamá que le enseña a su bebé a caminar. Es como si esta liturgia dijese: "para poder caminar tienes que renunciar a la ilusión de estabilidad y levantar un pié en el aire". Aprender a disfrutar de la vida con alegría y conscientes de nuestra finitud, ese es el andar que Sucot nos enseña. Necesitamos aprender a paladear y disfrutar en humildad y alegría la belleza de cada fluctuante e inestable momento que nos es dado, sin aspirar a la eternidad, que no es para nosotros.
En esta vida nada es para siempre, pero no es eso lo que nos hace caer y nos deshumaniza. Son nuestros vanos intentos de negar la obvia verdad los que nos hacen perder el rumbo. En Sucot aprendemos que además de agradecer la vida que nos es dada (que no pedimos y que nos será quitada aunque no querramos) podemos vivirla con alegría. Nuestra alegría nace de nosotros y es nuestra contribución a la creación.
Esta es la sabiduría a la que alude Sucot y por lo tanto la transfiguración: La vida misma, lo mismo que las posesiones materiales, son para ser disfrutadas y compartidas con alegría, aquí y ahora. Quien comprende esto sabrá ahorrarse una caída. Morar en la Sucá es una manera de liberarnos de las costosas posesiones que nos esclavizan y encadenan al consumismo.
Que tengan un feliz y Bendecido domingo!