Perdonar para crecer, por Marcelo Aptekmann
Este Domingo en las iglesias leerán lo que la Biblia enseña sobre la importancia de perdonar. Leerán en Eclesiástico (27:30 y 28:7) que se nos indica Deja de odiar, y que la Biblia también nos recomienda: no guardes rencor a tu prójimo.
El motivo teológico por el cual es mejor perdonar y no odiar es: No tienes piedad de un hombre semejante a ti, y ¿te atreves a implorar por tus pecados? ¿Si mantienes tu enojo contra otro, ¿cómo pretendes que el Señor te sane?
Parto del supuesto de que aunque la cristiandad se ha enriquecido con importantes aportes del pensamiento griego y con valiosas estructuras conceptuales del imperio romano, no ha dejado de ser heredera de los valores espirituales de la tradición de Israel, atesorados en la cultura judía de quienes celebramos Rosh Ha Shaná en las sinagogas hoy en día. La cristiandad es un fruto del árbol de Israel. Si el fruto es bueno, ya vimos que -como enseña Lucas 6- el árbol no es malo.
¿Porqué no aprovecharía un cristiano la espiritualidad propia de la tradición judía, a la hora de querer profundizar sus estudios bíblicos? Disfrutar de los buenos frutos de las otras ramas de Israel, como la rama encarnada por el pueblo judío, no implica que quien lo haga dejará de ser un buen cristiano. ¡Todo lo contrario!
Un primer punto a destacar, es que a la luz de la tradición interpretativa Judía, solamente podemos perdonar los daños que hemos sufrido personalmente. Es importante no guardar rencor y no odiar a alguien por lo que nos hizo, porque sirve para superar las secuelas del maltrato sufrido. Dejar atrás el resentimiento y renunciar a la venganza ayudará a la víctima a sanarse a sí misma.
¿Qué es perdonar? NO es favorecer que quien ha cometido un delito se sustraiga del castigo que la ley le imponga. Judaicamente ningún ser humano tiene el derecho de perdonar o absolver a otro por un delito cometido contra terceras personas. Si “Perdonar” a alguien consistiese en facilitarle escapar de la ley, quien así “perdone” sería -también en el contexto cultural del magisterio de Jesús con sus interlocutores- culpable de complicidad delictiva.
Cuando Jesús enseña que perdonemos no siete, sino setenta veces siete veces, ¿a qué forma de perdonar se refiere? No me considero el dueño de la verdad. Reconozco que hay muchas maneras diferentes de entender el perdón y no pretendo promulgar una versión que aspire a ser la única válida.
En la Biblia -hacia el final del libro Génesis- está lo que parece ser el primer registro literario de un acto de perdón, en el sentido Judaico del concepto. José perdona a sus hermanos. El rabino Sir Jonathan Sacks explica que el perdón que José otorga a sus hermanos, debe ser diferenciado de lo que sería un mero acto de apaciguamiento.
Una manera de detener la tragedia es lo que en la antigua Grecia se denominaba sungnome, que suele ser traducido como perdón, pero es diferente del perdón en el sentido que tiene originariamente en las sagradas escrituras de judíos y cristianos. La forma griega es mas bien un apaciguamiento, una concesión, el otorgamiento de una indulgencia que permite a la víctima deponer la venganza. El victimario no necesita arrepentirse, basta con que muestre humildad o sumisión y aduzca algo que mitigue su culpa a la vista de los otros.
Es lo que sucede entre Jacob y su hermano Esaú. Cuando finalmente se reencuentran, décadas después de la huida de Jacob, éste le envía regalos y se inclina siete veces ante Esaú, dirigiéndose a él como “mi señor”. No mencionan el incidente enojoso del robo de la primogenitura. Lo que se da entre ellos no es remordimiento y perdón en el sentido judaico, solamente es apaciguamiento y sumisión. Es diferente al caso de lo que sucede durante el reencuentro de José con sus hermanos (Génesis 45:5).
Entonces José les dice: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros obrasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón.
Esto si es perdonar, en el sentido que la tradición interpretativa judía le da hoy en día al concepto de "perdonar", que es el mismo sentido que tenía en Jerusalem en los días de Jesús. José no usa la palabra perdonar, pero deja en claro que ha depuesto todo deseo de venganza.
Según Maimónides, el arrepentimiento de Judá (por lo que le había hecho a José) es tan completo, que Judá se ha transformado en una persona diferente, en alguien capaz de ofrecerse voluntariamente a cargar con el castigo impuesto a su hermano Benjamín. Es esta transformación profunda del victimario la que habilita a José a perdonar a Judá y los otros hermanos.