Shalom

Este Domingo en las iglesias leerán lo que la Biblia enseña sobre la importancia de perdonar. Leerán en Eclesiástico (27:30 y 28:7) que se nos indica Deja de odiar, y que la Biblia también nos recomienda: no guardes rencor a tu prójimo.

El motivo teológico por el cual es mejor perdonar y no odiar es: No tienes piedad de un hombre semejante a ti, y ¿te atreves a implorar por tus pecados? ¿Si mantienes tu enojo contra otro, ¿cómo pretendes que el Señor te sane?

El Salmo 102 explica que nuestro creador nos enseña –con Su ejemplo- a perdonar: El Señor no guarda rencor eternamente, y también que: no nos trata según nuestros pecados. Grandes son Su misericordia y Su perdón, de las que podríamos aprender. Por eso Jesús enseña No perdones siete veces, sino setenta veces siete (Mateo 18:21-35).
Sin embargo, elijo el versículo: No hay árbol malo que dé frutos buenos (Lucas 6: 43-9), que fue leído en las iglesias el día anterior (sábado 16 de Septiembre 2023). Ese mismo sábado, mientras en las iglesias se lee este texto del Evangelio, en las sinagogas celebramos el año nuevo judío (que en hebreo se llama Rosh Ha Shaná). Vamos por el año 5784. 
¿Porqué elijo Lucas 6? Porque me da pie para explicar que aunque la cristiandad ha desarrollado su propia manera de interpretar las enseñanzas de Jesús sobre el perdón, hoy puede ser interesante enterarse de qué significaban esas enseñanzas en Jerusalem, hace dos mil años. Porque cuando Jesús enseña sobre el perdón, lo hace a interlocutores judíos (como él mismo), para quienes esas palabras tienen un significado determinado por la cultura del pueblo judío de hace 2000 años.

Parto del supuesto de que aunque la cristiandad se ha enriquecido con importantes aportes del pensamiento griego y con valiosas estructuras conceptuales del imperio romano, no ha dejado de ser heredera de los valores espirituales de la tradición de Israel, atesorados en la cultura judía de quienes celebramos Rosh Ha Shaná en las sinagogas hoy en día. La cristiandad es un fruto del árbol de Israel. Si el fruto es bueno, ya vimos que -como enseña Lucas 6- el árbol no es malo.

¿Porqué no aprovecharía un cristiano la espiritualidad propia de la tradición judía, a la hora de querer profundizar sus estudios bíblicos? Disfrutar de los buenos frutos de las otras ramas de Israel, como la rama encarnada por el pueblo judío, no implica que quien lo haga dejará de ser un buen cristiano. ¡Todo lo contrario!  

Un primer punto a destacar, es que a la luz de la tradición interpretativa Judía, solamente podemos perdonar los daños que hemos sufrido personalmente. Es importante no guardar rencor y no odiar a alguien por lo que nos hizo, porque sirve para superar las secuelas del maltrato sufrido. Dejar atrás el resentimiento y renunciar a la venganza ayudará a la víctima a sanarse a sí misma.

¿Qué es perdonar? NO es favorecer que quien ha cometido un delito se sustraiga del castigo que la ley le imponga. Judaicamente ningún ser humano tiene el derecho de perdonar o absolver a otro por un delito cometido contra terceras personas. Si “Perdonar” a alguien consistiese en facilitarle escapar de la ley, quien así “perdone” sería -también en el contexto cultural del magisterio de Jesús con sus interlocutores- culpable de complicidad delictiva.

Cuando Jesús enseña que perdonemos no siete, sino setenta veces siete veces, ¿a qué forma de perdonar se refiere? No me considero el dueño de la verdad. Reconozco que hay muchas maneras diferentes de entender el perdón y no pretendo promulgar una versión que aspire a ser la única válida.

En la Biblia -hacia el final del libro Génesisestá lo que parece ser el primer registro literario de un acto de perdón, en el sentido Judaico del concepto. José perdona a sus hermanos. El rabino Sir Jonathan Sacks explica que el perdón que José otorga a sus hermanos, debe ser diferenciado de lo que sería un mero acto de apaciguamiento.

Los seres humanos estamos constantemente dañándonos unos a otros que. Las víctimas a su vez se enojan, indignan y (en caso de no ser apaciguados por el ofensor) buscan venganza.  Esto no restablece la paz social y puede llevar a una interminable serie de retaliaciones. Los resultantes enfrentamientos entre generaciones de Capuletos y Montescos son excesivamente costosos.

Una manera de detener la tragedia es lo que en la antigua Grecia se denominaba sungnome, que suele ser traducido como perdón, pero es diferente del perdón en el sentido que tiene originariamente en las sagradas escrituras de judíos y cristianos. La forma griega es mas bien un apaciguamiento, una concesión, el otorgamiento de una indulgencia que permite a la víctima deponer la venganza. El victimario no necesita arrepentirse, basta con que muestre humildad o sumisión y aduzca algo que mitigue su culpa a la vista de los otros.

Es lo que sucede entre Jacob y su hermano Esaú. Cuando finalmente se reencuentran, décadas después de la huida de Jacob, éste le envía regalos y se inclina siete veces ante Esaú, dirigiéndose a él como “mi señor”. No mencionan el incidente enojoso del robo de la primogenitura. Lo que se da entre ellos no es remordimiento y perdón en el sentido judaico, solamente es apaciguamiento y sumisión. Es diferente al caso de lo que sucede durante el reencuentro de José con sus hermanos (Génesis 45:5).

José empieza por decirles: no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. A pesar de éstas inspiradas palabras de José, los hermanos dudan, sospechan que él revelará su oculto resentimiento en cuanto muera Jacob, el padre de todos ellos.

Entonces José les dice: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros obrasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.  Ahora pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón.

Esto si es perdonar, en el sentido que la tradición interpretativa judía le da hoy en día al concepto de "perdonar", que es el mismo sentido que tenía en Jerusalem en los días de Jesús. José no usa la palabra perdonar, pero deja en claro que ha depuesto todo deseo de venganza.

Para que este perdón pudiera suceder tuvieron que pasar varias cosas antes: Inicialmente José ocultó su identidad, para así darles a sus hermanos la oportunidad de expresar libremente su arrepentimiento y sentir remordimientos. Es de esta manera que se logra que ellos reconozcan su culpa (Génesis 42:21). Luego José acusa falsamente a Benjamín de haber robado una copa de palacio, y así pone a prueba a Judá, para constatar si verdaderamente ha cambiado.

Según Maimónides, el arrepentimiento de Judá (por lo que le había hecho a José) es tan completo, que Judá se ha transformado en una persona diferente, en alguien capaz de ofrecerse voluntariamente a cargar con el castigo impuesto a su hermano Benjamín. Es esta transformación profunda del victimario la que habilita a José a perdonar a Judá y los otros hermanos.  

Pero además también José se ha transformado, y por eso es que puede perdonar. Quiere hacer las cosas bien, ya no le interesa lucir atavíos coloridos para parecer mas importante. Tanto él como sus hermanos ya no se guían por ocultar la vergüenza que pueda provocarles lo que otros puedan ver. Por eso ninguno de los hermanos busca apaciguar, ni intentan excusas para disimular sus faltas. Ahora todos ellos escuchan la invisible voz del perdón, y por eso eligen la gracia y la esperanza.
Que tengan una bendecida y feliz semana!
Last modified: Thursday, 14 September 2023, 3:09 PM