Somos lo que elegimos ser, por Marcelo Aptekmann
El Domingo 24 de Diciembre se celebra en las iglesias la culminación del Adviento. Entre los diversos textos que se leen para la llegada de la Nochebuena y de la Navidad, vemos el fragmento de Rom 16 (25 – 27) que dice: Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe, al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.
¿Porqué elijo este texto? ¿Porqué la liturgia resalta este texto para celebrar la culminación del Adviento? ¿Cuál exactamente es el misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que, ... ,se ha dado a conocer a todas las gentes? Es el secreto del maravilloso renacimiento de la esperanza.
Para responder estas preguntas, veamos el contexto. Poco antes, Romanos 16, dice: Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos.
Es decir que Rom 16, 25-27 forma parte de un alegato a favor de aquellos que predican el Evangelio según lo hace San Pablo, y en contra de quienes prediquen otra doctrina, causando tropiezos y desunión en las iglesias. ¿Cuál es la doctrina de la unión que San Pablo está defendiendo?
Romanos 15, 4-6 lo dice: Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios. Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito:
El disenso que San Pablo intenta evitar es la confrontación –por diferencias doctrinarias- entre los cristianos gentiles y los miembros judíos de la Iglesia. Por eso, tras aclarar que Jesús vino al pueblo de Israel, a ser siervo de la circuncisión, advierte a sus discípulos gentiles que no deben distanciarse del pueblo judío:
10 Y otra vez dice:
Alegraos, gentiles, con su pueblo.
11 Y otra vez:
Alabad al Señor todos los gentiles,
Y magnificadle todos los pueblos.
12 Y otra vez dice Isaías:
Estará la raíz de Isaí,
Y el que se levantará a regir los gentiles;
Los gentiles esperarán en él.
Es clara la intención de San Pablo de evitar que la iglesia de los gentiles se aleje de la comunidad judía por cuestiones doctrinarias: (Rom15:15-16) os he escrito, hermanos, en parte con atrevimiento, como para haceros recordar, por la gracia que de Dios me es dada para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo. Y luego: 18 Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras,
Pero, la cristiandad finalmente tomó otro rumbo que el que San Pablo le mostró. La Iglesia se des-judaizó, y gran parte de los cristianos gentiles dejó de sentir la alegría de su comunión con el pueblo judío. La línea divisoria entre el judaísmo y el cristianismo, se definió por una cuestión doctrinaria. La identidad judía pasó a ser definida por responder a la pregunta "¿Ha venido el Mesías?" con las palabras "Todavía no".
En el corazón del judaísmo hay una creencia tan fundamental para la civilización occidental que la damos por sentada, aunque no es nada evidente. Es la creencia en la libertad humana, en que somos lo que elegimos ser. El futuro está abierto. No hay nada inevitable en los asuntos de la humanidad. Esa creencia en la libertad, que es parte de la cosmovisión judía, atraviesa toda la historia del pueblo judío y se expresa constantemente en nuestras Sagradas Escrituras.
Cuando ante la zarza ardiente, Moisés le pregunta a Di-s qué nombre debe usar cuando la gente le pregunta quién es Él, Di-s responde enigmáticamente Ehyeh asher Ehyeh. Las traducciones no judías interpretan que esto significa: "Yo soy lo que soy", o "Yo soy: eso es lo que soy", o "Yo soy el que es". Sin embargo, en hebreo, la frase significa, literalmente, "seré lo que seré". El nombre de Di-s está en el tiempo futuro. Su llamado es a lo que aún no es. Si no entendemos esto, nos perderemos un aspecto específicamente judaico de las escrituras que la cristiandad cree que anunciaron la venida de Jesús.
En la literatura hay muchos tipos de narración, pero todos tienen una cosa en común: Llegan a su fin. Algunas terminan con "todos vivieron felices para siempre". A estas las llamamos cuentos de hadas. Otras terminan en muerte y derrota. Las llamamos tragedias. Hay otros tipos, pero todos tienen un principio y un final.
Pero la historia judía comienza con el llamado de Di-s a Abraham para que deje su lugar de nacimiento y la casa de su padre para viajar a la tierra que yo te mostraré. Siete veces Dios le promete a Abraham la tierra, pero tiene que regatear con los hititas para comprar una pequeña parcela en la que enterrar a Sara. Jacob y su familia se ven obligados a exiliarse en Egipto. El Génesis termina con la promesa incumplida.
Éxodo: Di-s llama a Moisés para que guíe a los israelitas de regreso a la libertad y a la tierra prometida. Ahora, sentimos que la historia está a punto de llegar a su fin. Pero esa terminación no llega. En cambio, un viaje que debería haber durado días dura 40 años. En la escena final del Deuteronomio, vemos a Moisés, todavía al otro lado del Jordán, al que sólo se le concede una visión lejana de la tierra prometida. De nuevo, el final natural se aplaza.
Siglos mas tarde, los israelitas están en el exilio de nuevo, esta vez en Babilonia, y Ciro les da permiso para regresar. Estamos casi de vuelta donde empezamos, en la misma región de la que Abraham y su familia partieron por primera vez. Son historias que tienen un principio, pero no un final. La meta ha estado allí desde el principio: son las tres promesas de Di-s a Abraham. Hijos, una tierra y que por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra. Así que hay un final, pero siempre está más allá del horizonte.
El secreto del que habla la epístola a los Romanos, el secreto que la liturgia cristiana anuda al nacimiento de Jesús, es el maravilloso secreto del reiterado renacimiento de la esperanza. Los gentiles (como los griegos) creían que los decretos del destino son irrevocables. Por eso las maravillosas tragedias griegas. Israel, en cambio, siempre mantuvo la esperanza de poder cambiar la historia, de poder hacer algo para llegar a un mundo mejor. Esa esperanza es la que, a su vez, mantuvo vivo al pueblo judío.
Levítico 26:44-45 Es un punto de inflexión en la historia del espíritu humano. Es el nacimiento de la esperanza: no de la esperanza como una aspiración de una persona, sino como la forma misma de la historia. Di-s es justo. Puede castigar. Pero Él no faltará a Su palabra. Él cumplirá su promesa. Él redimirá a sus hijos. Él los llevará a casa.
Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios. 45 Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios. Yo Jehová.
El secreto que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido revelado y que, según el mandamiento de Di-s, se ha dado a conocer a los gentiles para que obedezcan a la fe, es el del renacimiento de la esperanza, que según les enseña San Pablo, a los gentiles les es dado en la persona de Jesús.
Jesús nació como un niño judío, hijo de madre judía, se crio y educó entre judíos, viviendo en la tierra de Israel, para cumplir con las leyes y tradiciones judías, que no vino a derogar, y también vino para encarnar para todos los demás pueblos del mundo el nacimiento de la esperanza.
Feliz y Bendecida Navidad