Del decálogo a la esperanza, por Marcelo Aptekmann
La liturgia del Domingo 3 de Marzo, III* Domingo de Cuaresma, comienza con la lectura del Decálogo (Éx 20:1-17), bajo el lema “La Ley fue dada por medio de Moisés”. ¿Porqué digo del Decálogo, y no de los diez mandamientos? Porque si fuesen leyes, según la interpretación rabínica, ¿qué sentido tendría que el legislador las formule en dos versiones diferentes? Porque de una manera se expresa el Decálogo en Éxodo y de otra diferente en Deuteronomio.
El Decálogo consta de diez verbalizaciones, que expresan el fundamento de las leyes de Israel. Nos enseña un conjunto integral de valores como: No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas.
Antes de pasar a la segunda lectura, que corresponde a 1 Corintios 1, se lee (del Salmo) un versículo que dice: Señor, Tú tienes palabras de Vida eterna. Son más atrayentes que el oro más fino; más dulces que la miel. Este versículo ¿aparece aquí para enfatizar la importancia de vivir de acuerdo al Decálogo, que acaba de ser mencionado?
Luego, la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto sorpresivamente comienza diciendo que Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría...
Pablo, judío practicante y ciudadano romano (de cultura helenista), probablemente se refiere en este texto a los judíos y a los griegos que no han sido llamados a predicar a un Cristo crucificado. ¿Pero porqué aparece este fragmento aquí?
¿Cuál es la trama que anuda los significados de estos diferentes textos? ¿Cuál es el hilo conductor que conecta el sentido de la carta de san Pablo, con los del Decálogo y el Salmo? Sería mucho mas difícil dar respuesta a estas preguntas si no tuviéramos en cuenta los contextos.
¿La clave para entender integralmente el sentido del conjunto de los textos ofrecidos por el Leccionario, Estará en la lectura del Evangelio? Se leen dos partes diferenciadas del Evangelio de san Juan. Primero se lee Juan (3:16) que dice Dios amó tanto al mundo que entregó a Su hijo único, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Este fragmento destaca la función salvífica de Jesús, pero ilumina los fragmentos previos.
Finalmente, llega en nuestro auxilio Juan 2(13-25): Cuando se aproximaba la Pascua de los judíos, Jesús subió a Jerusalén. Y en el Templo halló a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y también a otros que, instalados en sus mesas, cambiaban dinero. Entonces, haciendo un látigo de cuerdas, echó a todos del Templo, juntamente con sus ovejas y sus bueyes; regó por el suelo las monedas de los que cambiaban dinero y derribó sus mesas. A los que vendían las palomas les dijo: —¡Saquen esto de aquí! ¡No conviertan la casa de mi Padre en un mercado!
En primer lugar, es interesante que dice que Jesús subió a Jerusalem. Tan sagrado es en la cosmovisión judaica el monte del Templo, que en el idioma hebreo, aún en el coloquial de hoy en día, cuando uno viaja hacia el Estado de Israel desde cualquier otro lugar del mundo, el verbo que corresponde usar es ascender (o subir). Cuando uno se va de Israel, aunque sea hacia el altiplano de Bolivia, se dice que sedesciende.
Si estando en Israel uno viaja hacia Jerusalem, está ascendiendo. Si en cambio se aleja de Jerusalem, yendo por ejemplo hacia Tel Aviv, desciende. Asimismo, quienes dentro de la ciudad de Jerusalem se trasladan hacia el monte del Templo estarán ascendiendo, y quienes dentro de la misma ciudad se alejen del monte donde estuvo el Templo, estarán descendiendo.
Jesús defiende la santidad del Templo. De nuevo, tanto como en el Leccionario del Domingo anterior, Jesús NO está contra el Decálogo, ni de la Alianza del Sinaí, ni contra las leyes de Moisés. Rechaza que en el Templo, los animales para ser sacrificados sean comprados con monedas extranjeras, acuñadas con las imágenes de Emperadores y Faraones (que eran considerados Dioses por sus súbditos).
No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, dice el Decálogo. Recuerdo una ocasión en la que oí al rabino D.O. explicarle a sus feligreses que si fuesen a comer a un restaurant Kasher, si pagasen con dinero mal habido, la comida dejaría de ser Kasher en el momento en que ellos la tocasen. Hace dos mil años, un animal comprado con monedas que rendían culto idólatra a un ser humano, según el magisterio de Jesús, no era apto para un sacrificio en el Templo.
En el celo con el que Jesús defiende la santidad del culto judaico está -para mí- la clave interpretativa que buscamos. Por eso, según san Juan, Sus discípulos se acordaron de que está escrito: El celo por tu casa me consumirá. Entonces los judíos reaccionaron, preguntándole: ¿Qué señal puedes mostrarnos para actuar de esta manera? —Destruyan este templo —respondió Jesús—, y lo levantaré de nuevo en tres días. Ellos respondieron: —Tardaron cuarenta y seis años en construir este Templo, ¿y tú vas a levantarlo en tres días?
El Jesús histórico vivió una época en la que los judíos sufrieron bajo la opresión romana (y la de sus lacayos herodianos). Muchos esperaban un Milagro que los salvase, pero la milagrosa restauración de un Israel libre no se produjo en ese momento de la historia. Para comprender el sentido que tuvieron en su momento la epístola a los Corintios, y el Evangelio según san Juan, sería conveniente tener presente el enorme trauma social que significó en aquella época la caída de Israel.
En las primeras comunidades cristianas, como la de Corinto, había judíos que trataban de metabolizar lo que significaba la caída de Israel. Destruido el Templo, ¿cómo ofrendar a nuestro Creador? ¿Tenía sentido seguir creyendo en Sus promesas? ¿Estaban viviendo el fin de los tiempos? San Pablo, cuando habla de los judíos que piden milagros. ¿Hace alusión a los que habían pagado (con monedas romanas y egipcias) sacrificios, esperando a cambio el milagro de la libertad?
San Juan lo hace al ofrecer a los discípulos judíos otro tipo de milagro: Pero el templo al que se refería era su propio cuerpo. Así, pues, cuando se levantó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de lo que había dicho, y creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús.
San Juan interpreta que cuando Jesús habla del Templo lo identifica con Su cuerpo crucificado. En Su resurrección entonces el anuncio de la próxima restauración del Templo.
¡Bendiciones!