Shalom.

La liturgia del Domingo 10 de Marzo, IV* Domingo de Cuaresma, nos invita a transitar por varias lecturas bíblicas. La primera, la antífona de entrada (Isaías 66: 10-11) dice Alégrense con Jerusalem y regocíjense por ella todos los que la aman; salten con ella de alegría todos los que por ella se conduelen. Porque ustedes serán amamantados y saciados, y hallarán consuelo en sus henchidos pechos.

¿Isaías extiende la invitación a alegrarse por el resurgimiento de Jerusalem a todos los que la amen, además de los judíos? En el contexto del Leccionario, eso atañe a todos los cristianos que se sientan convocados por el magisterio de Jesús a unir su corazón al del pueblo judío, para que judíos y cristianos juntos –pero no revueltos- conformemos el nuevo Pueblo de Di-s.

A los judíos, Isaías ya nos había convocado a alegrarnos por la pronta restauración de Jerusalem, en la introducción a la segunda parte de su libro (Isa 40:1) que, siete siglos antes del nacimiento de Jesús, dice ¡Consuelen, consuelen a mi pueblo!, hablen con ternura a Jerusalem y anúncienle que ya ha cumplido el servicio obligatorio, que ya ha pagado por su iniquidad, que ya ha recibido de la mano del SEÑOR el doble por todos sus pecados.  

La lectura bíblica de 2 Crónicas (36: 14-16 y 19-23) son dos fragmentos. Estos fragmentos, que también son parte de las sagradas escrituras del pueblo judío, narran cómo se apartaron los Judeos de las leyes de Moisés, desoyendo a los profetas y tomando las costumbres de otros pueblos hasta que el Creador se cansó de su infidelidad y los castigó haciendo que el rey de los Babilonios conquiste y arrase Judea. Pero luego los perdonó, e hizo que Ciro (el Mesías), les permitiera volver del cautiverio en Babilonia y subir a Jerusalem, a reconstruir el Templo.

El fragmento menciona además que –supuestamente- según Jeremías: La tierra descansó durante todo el tiempo de la desolación, hasta pagar la deuda de todos sus sábados, hasta que se cumplieron setenta años.

¿Qué significa esto? Se refiere a una de las partes de las leyes de Moisés (Levítico 26) que los Judeos no respetaron: la que ordenan que las tierras de cultivo deben descansar cada séptimo año (su sábado). Como consecuencia de (entre otras cosas) no dejar descansar a la tierra de cultivo cada séptimo año, Judea fue capturada por los Babilonios y gran parte de su población llevada a un penoso exilio.

Durante setenta años la tierra quedó en barbecho y en ese período pudo disfrutar y recuperar los descansos que se le adeudaban y los shabat que la Tierra Santa le adeudaba a su Creador. Tanto la inobservancia de los años sabáticos como la iniquidad de la nación aquí son consideradas "deudas" que requieren remisión. Así introduce el Leccionario la idea de que el pecado (tanto el de las personas como el de la tierra) se puede redimir, pagando por él. Hoy en día, en el Estado de Israel, la mayoría de los campos se dejan (voluntariamente) descansar cada séptimo año.

Nos conduce luego el Leccionario hacia la lectura de partes del Salmo 136: …Junto a los ríos de Babilonia nuestros carceleros nos pedían cantos y nuestros opresores alegría. Si me olvidara de ti Jerusalem, que se paralice mi mano derecha. Que la lengua se me pegue al paladar, si no me acordara de tí… Gracias al magisterio de Jesús, y de sus primeros discípulos judíos, esta desgarradora poesía es hoy propiedad de quien la necesite, aún de aquellos que no aprecien que nació del dolor de los esclavos exilados, que anhelaban ver a la Jerusalem terrenal reconstruida.

Claro que el dolor de la opresión y el exilio no es patrimonio exclusivo del pueblo judío. Es parte de la miseria humana universal, y en este sentido los Salmos sirven como parte de un botiquín universal de primeros auxilios espirituales. En realidad, la aplicabilidad universal de los Salmos le viene de que cantan al Creador de todo el mundo, como en el Salmo 121: Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra.

Pocas décadas después de la crucifixión de Jesús, Jerusalem volvía a ser arrasada y la mayor parte de su población llevada al exilio como esclavos. En lugar de Babilonia, esta vez fue Roma. Se dice que 50.000 esclavos judíos construyeron el Coliseo Romano, levantado para conmemorar el saqueo y la destrucción de Jerusalem. Cerca de allí, el Arco de Tito muestra a los esclavos judíos cargando el tesoro del Templo, botín de guerra de los romanos.

En la siguiente lectura (Efesios 2:4-10), San Pablo explica a los cristianos que ¡Han sido salvados gratuitamente! Pero, además, les advierte que no sean vanidosos, ya que han sido salvados por Su Gracia, mediante la feEsto no proviene de ustedes, sino que es un don de Di-s; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe.

La epístola plantea la economía de la Salvación en términos comparables a los de 2 Crónicas 36. Quien comete un pecado incurre en una deuda que deberá ser saldada. La persona deudora (igual que la tierra de Israel, que es redimida de los descansos sabáticos que le debe a Su Creador) puede sin embargo ser redimida por pura gracia. Puede ser rescatada o liberada de su deuda por voluntad divina, aunque no haga nada para merecerlo.

Las sagradas escrituras del pueblo judío narran cómo ya, en una ocasión anterior, volvieron los esclavos del exilio y restauraron su país y reconstruyeron a Jerusalem, todo gracias a la intervención del ungido (Mesías) Ciro, rey de los persas, enviado con este propósito por el creador del mundo. La carta a los Efesios fue escrita después de la crucifixión (pero antes de la destrucción del Templo). Su mensaje invita a los gentiles a sumarse, por la fe en Jesús, a la esperanza de una nueva una nueva salvación mesiánica.

El lugar de los gentiles en el plan de la salvación, lo explica San Pablo pocos renglones más adelante (en Efesios 2:12): Recuerden que ustedes no tenían a Cristo: no eran ciudadanos de Israel, no tenían nada que ver con los pactos ni con las promesas de Dios. Ustedes vivían sin Dios en el mundo y sin ninguna esperanza. Pero ahora, unidos a Jesucristo ya no están lejos de Dios porque la muerte de Cristo los acercó a Dios.

La idea de Pablo es que judíos y cristianos gentiles pueden recorrer cada quien su propio camino, dos caminos diferentes, para una misma salvación. …Antes, los judíos y los que no son judíos se odiaban y estaban divididos como si un muro los separara, pero Cristo murió para derrumbar ese muro de odio... Por lo tanto, ustedes los que no son judíos, ya no son inmigrantes ni exiliados, sino ciudadanos junto con el pueblo santo y forman parte de la familia de Dios.

Sin embargo, durante unas cuantas temporadas, la cosa no resultó tan así como San Pablo enseña. ¿Estaremos todavía a tiempo para enmendarnos, y vivir unos y otros de acuerdo a lo que tanto Jesús, como Moisés (Levítico 19:18) enseñan?

Bendiciones

Shalom Shalom

Last modified: Monday, 4 March 2024, 10:33 PM