Shalom

En la liturgia del próximo Domingo 7 de Abril, 2* de Pascua, se leerán en las iglesias varios fragmentos del Nuevo Testamento. Entre ellos varios versículos del Evangelio de Juan (Jn 20:19-31). Quisiera a continuación compartir algunas reflexiones sobre: Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “La Paz esté con ustedes”.

¿Porqué elijo este texto? En primer lugar porque me resulta llamativo que diga que los primeros discípulos de Jesús se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos¿Acaso esos primeros discípulos no eran también ellos judíos? Sabemos que lo eran, justamente por los Evangelios (incluido el de Juan). ¿Porqué entonces Juan califica de judíos a los temibles, a diferencia de los discípulos temerosos, que en realidad también los son?

En realidad, el Evangelio de Juan nunca se refiere a Jesús y a sus discípulos como judíos, pese a que lo fueron. Solamente hay una excepción a esta particularidad de la redacción del Evangelio, que es el caso de la mujer samaritana, que pregunta cómo un judío (Jesús) le pide agua a una mujer samaritana (4:9).

En cambio, el Evangelio usa las palabras Israel, e Israelita, como de valoración positiva, como en el caso en el que Jesús se refiere a Nathanael como un (1:47) verdadero Israelita, en quien no hay engaño. A su vea Nathanael lo designa a Jesús como el rey de Israel (1:49), así como lo hace también la entusiasta multitud que recibe a Jesús cuando entra por última vez a Jerusalem antes de las Pascuas (12:13).

En mi opinión, esta peculiar manera de distinguir entre judíos e Israelitas tiene profundas causas, e importantes consecuencias, que ameritan esta breve reflexión. En este Evangelio la constante valoración negativa de los judíos aparentemente desdibuja las diferencias entre los distintos grupos de judíos, presentándolos prejuiciosamente a todos como una sola unidad homogénea, que además supuestamente encarna a las fuerzas hostiles a Jesús.

Ya desde el primer capítulo, Juan presenta a los judíos como los que rechazan a Jesús (1:11), lo persiguen (5:16), quieren matarlo (8:40), echan a sus discípulos de las sinagogas (9:22) se complotan para darle muerte (9:49-52) y persiguen a sus discípulos (16:2). Además Juan con frecuencia asocia a los judíos con la carne en vez del espíritu, (6:63) la oscuridad en vez de la luz (8:12) y  la muerte en vez de la vida (5:24), la condenación eterna en vez de salvación (5:28) y Satanás en vez de Di-s (8:44).                                                                                                                                                                                                                                                              Por otra parte, Juan habla de las multitudes judías que comen el pan de la vida (Jn 6), o que escuchan a Jesús predicar en el Templo durante la fiesta de los tabernáculos (Juan 7). Además, narra que Jesús le dice a la mujer samaritana que la salvación viene de los judíos. ¿Cómo se entiende esta aparente contradicción? No estoy discutiendo aquí las profundidades que aporta Juan a la comprensión del magisterio de Jesús, ni sus aportes al desarrollo del credo cristiano, sino este aspecto peculiar de la generalización prejuiciosamente antijudía, que contribuyó a dar forma a la tradición interpretativa cristina y al entrelazamiento de la enseñanza del amor al prójimo de Jesús, con la enseñanza del desprecio por lo judío y los judíos.

Algunas de las cosas que Juan dice sobre los judíos de su época me resultan, si se tiene en cuenta la historia del pueblo judío de ese momento, difíciles de aceptar. Por ejemplo, la diversidad teológica del judaísmo del siglo I hace que resulte improbable que algún judío haya sido excluido de concurrir a una sinagoga por creer en Jesús como el Mesías.

Esa diversidad teológica es evidente, por ejemplo, en el desacuerdo entre Fariseos y Saduceos sobre cuestiones tan fundamentales como la autoridad de la tradición oral y la creencia en la resurrección (sostenidas por los fariseos), que a su vez diferían de ideas totalmente distintas expresadas en los rollos del mar muerto.

En cuanto a que se excluyese en grupo a los cristianos de las sinagogas por creer que Jesús es el Mesías… el Talmud (Yerushalmi, Ta´an 68d) narra que nada menos que Rabi Akiva proclamó que Simón bar Kojba era el Mesías, y que sin embargo, el prestigio del Rabino Akiva no sufrió mella, ni se le impidió acceso a las sinagogas. Es decir que hasta el año 135, un judío podía declarar que creía que tal persona era el Mesías, y no por eso ser excluido de las sinagogas.  

Porqué a Juan no le importa que hayan sido judíos aquellos primeros cristianos, como los que describe Hechos: La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma (hechos 4:32). Las claves que yo encuentro para comprender esto son básicamente de dos fuentes, una teológica y la otra política, que tienen que ver ambas con cómo transitó el cristianismo de ser un grupo judío a ser una religión para otros pueblos.

Desde la perspectiva teológica, que Juan valore positivamente lo Israelita tiene que ver con que Jesús mismo lo hacía, como cuando enseñó que Él no había venido sino para las ovejas perdidas de la casa de Israel. Aquí Israel NO representa al pueblo judío (al de Jerusalem, Judá, Galilea, ni a los judíos dispersos entre otras naciones). La casa de Israel se refiere a los descendientes del desaparecido reino del Norte, las diez tribus perdidas, y los genties que se unieron a ellos.

Cuando Isaías (11:12) dice Y juntará los desterrados de Israel, y juntará a los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra, está hablando de dos grupos diferentes. Uno de ellos son los judíos, el otro es el de los descendientes gentiles de Israel. Para estos últimos es la profecía de Jeremías 31:10 El que esparció a Israel lo reunirá y guardará como el pastor a su rebaño. Para ellos exclusivamente es que Jesús declara que es Su magisterio.

Cuando los gentiles se hicieron cargo de la conducción de la Iglesia, comenzó a perderse esta distinción conceptual entre Israel y Judá, y finalmente la cristiandad creyó que el magisterio de Jesús era absolutamente universal, y por lo tanto entendieron que estaba dirigido exactamente del mismo modo a los judíos, descendientes del reino de Judá, que al resto de Israel. La actitud de Juan, que supuestamente escribió en Éfeso (Turquía) porque tuvo que irse de Jerusalem, fue en esto distinta de la del Concilio de Jerusalem, que sesionó sin emigrar.

La valoración negativa de lo judío, y la enseñanza del desprecio que expresa su Evangelio (que durante siglos contribuyó a orientar la tradición interpretativa cristiana) tienen un componente teológico. Juan habla mal de los judíos si no creen en Jesús. Su anti-judaísmo no es racista, él desprecia a quienes no aceptan a Jesús como su salvador. Con el tiempo, una vez perdida la distinción entre el camino de salvación para Israel (por la fe en Jesús) y el camino de salvación para Judá (que no requiere de la fe en Jesús), el anti-judaísmo de Juan hizo escuela.

Hay además una clave política para entender el porqué de la actitud de Juan, que tiene que ver con las circunstancias históricas del momento. Cuando describe aspectos de la usanza ritual judía de lavarse las manos antes de comer (Jn 2:6), permite suponer que escribió para un público formado -al menos en parte- por gentiles no judíos. Eran los mismos cristianos gentiles que en esa época intentaban demostrar a las autoridades romanas que ellos no eran judíos, ni vivían como judíos, para así evitar el pago del impuesto a los judíos y no involucrarse en las guerras entre judíos y romanos.

Que tenga una Feliz y Bendecida semana! Que La Paz esté con ustedes (Juan 20:19), o para decirlo en hebreo: 

Shalom Alejem!

Last modified: Tuesday, 2 April 2024, 5:16 PM