Shalom

El Domingo 28 de Abril, Vª de Pascua, se leerá en las iglesias que San Pablo (…) empezó a convivir con los discípulos de Jesús en Jerusalem y predicaba decididamente en El Nombre del Señor. Hablaba también con los judíos de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte.

Sus hermanos, al enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso. La Iglesia, entretanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo(Hechos 9: 26-31)

Elijo este texto, porque invita a sopesar la idea de que los judíos persiguieron a los primeros cristianos. Esa idea se apoya en una exégesis inmediata de la Palabra, así como ha llegado a nuestros días, en diferentes ediciones y traducciones del Nuevo Testamento.

Sin embargo, la interpretación de que los judíos persiguieron a los primeros cristianos no considera que en realidad los discípulos de Jesús también eran judíos, con lo que la supuesta persecución de los cristianos, habría sido un enfrentamiento interno, entre facciones del pueblo judío.

Mas allá de este aspecto debido a circunstancias históricas, el motivo profundo para criticar esa idea tiene que ver con la coherencia de las Sagradas Escrituras con relación a la enseñanza del amor al prójimo, porque la creencia de que los judíos persiguieron a los primeros cristianos ha servido para señalar en especial a los judíos, a diferencia de todos los otros pueblos, como merecedores de reprobación y desprecio.

Una cosa es que el magisterio de la Iglesia sea “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, y otra cosa muy distinta sería si ese magisterio fuese “Ama a tu prójimo como a ti mismo, salvo que ese prójimo sea un judío”. Obviamente que no es esto último lo que enseñó Jesús, y que tal enseñanza no forma parte del credo cristiano.

Pero, aunque no sea parte del credo, esta idea está enredada en la tradición interpretativa cristiana, y parece en las versiones del Nuevo Testamento que han llegado a nuestros días. Este es el problema que propongo que intentemos empezar a abordar.

Elegí este texto (Hechos 29:26-31) porque afirma que no eran exactamente los judíos los que persiguieron a San Pablo y a los demás discípulos de Jesús. Sin embargo, si leemos atentamente, veremos que los que se estaban complotando para matarlo a San Pablo eran personas de habla y cultura griega, es decir descendientes tal vez de judíos, pero que habían perdido la esencia de su identidad judía y el apego a la Ley judía que enseña a amar al prójimo (Levítico 19:18)

Además, el fragmento nos informa que mientras tanto la Iglesia prosperaba y crecía en paz en toda Judea y Galilea, es decir: ¡justamente en medio del pueblo judío! Pero los versículos precedentes, que narran la estadía de San Pablo entre los discípulos (judíos) de Jesús en Damasco, evidencian cómo las sucesivas ediciones del texto pudieron llevarlo a ser plausible de ser interpretado de manera diferente.

Saulo confundía a los judíos que moraban en Damasco, declarando que Jesús era el Cristo. Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo matarle; pero sus asechanzas llegaron a conocimiento de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarle. Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canastaCuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. (Hechos 9: 22-25).

Lo que resultaba confuso a los judíos de Damasco no era que alguien predicase la Palabra de Jesús en las sinagogas. Lo que les confundía era que quien lo hacía era Saulo de Tarso, ciudadano Romano de cultura Helenista (además de ser judío). Considerando su previa animosidad contra los discípulos de Jesús, con razón le tenían miedo y no le creían que fuese un discípulo de Jesús, y se preguntaban si tal vez no se había metido en las sinagogas para llevarlos presos a ellos, los judíos.

Cuando el texto dice que, para salvarle, los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta, se refiere a que los que lo salvaron eran los discípulos de Jesús que se reunían en las sinagogas.  Cuando dice que, luego, los judíos resolvieron en consejo matarle, Hechos de los Apóstoles parece contradecir a San Pablo, que (en 2 Corintios 11: 32-33) narra el mismo episodio diciendo: En Damasco, el gobernador de la provincia del rey Aretas guardaba la ciudad de los damascenos para prenderme.

Este Aretas, es  Aretas IV Philopatris, rey (no judío) de Idumea. Es decir que, según San Pablo, no fueron "los judíos" los que se complotaron para matarle en Damasco, sino que fue una camarilla al servicio del rey de Idumea. Puede que parezca una anécdota histórica intrascendente, un punto menor, irrelevante al magisterio de Jesús, si quienes querían matara San Pablo eran judíos practicantes o agentes al servicio de un rey helenista no judío. Pero sucede que, en conjunto con muchos otros puntos menores, estos versículos pueden promover una interpretación del Nuevo Testamento que pueda conducir a errores.

Quizás podamos comenzar juntos la tarea de cuidadosamente, con gratitud y amor, interpretar La Palabra; libres de las tendenciosidades que siglos de traducciones y ediciones le han agregado. ¿Si no empezamos ahora, entonces cuándo?

 

Es un camino largo y difícil, pero no es imposible.

Shalom Shalom.  

Last modified: Tuesday, 23 April 2024, 2:58 PM