Marcelo Aptekmann

Shalom

La lectura del Evangelio a la que invita el Leccionario, el Domingo 24 de Agosto, culmina con la respuesta de San Pedro a JesúsSeñor, ¿a quién iremos? Tu tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios. (Juan 6:69).

Es la primera –y única- vez que el Evangelio de Juan se refiere a Jesús como Santo de Dios. ¿Podemos aprender algo de esta expresión aislada? En la tradición interpretativa rabínica, una manera de entender para qué el texto bíblico usa una palabra o giro idiomático poco común, es buscar qué significa ese giro idiomático en otros sitios de la sagrada escritura en los que también aparece.

Propongo que en un breve ejercicio apliquemos a los Evangelios canónicos esta metodología habitual en la tradición interpretativa judía. Lo haremos para intentar iluminar la Biblia cristiana desde la cosmovisión del pueblo en el que estas narraciones se originaron. El propósito es comprender el texto de los Evangelios desde otro ángulo: el punto de vista de los protagonistas iniciales de estas historias.

Si buscamos la expresión Santo de Dios veremos que fuera del Evangelio de Juan aparece en otros textos del Nuevo Testamento, como en el Evangelio de LucasDescendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo. Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad. Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz, diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios. (Lucas 4:31-34)

Con palabras parecidas encontramos la misma escena en el Evangelio de Marcos: Pero había en la sinagoga un hombre con espíritu inmundo, que dio voces, diciendo¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él! Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él. (Marcos 1:23-26).

Esta escena sucede en Capernaum después de que Jesús, con Pedro y otros discípulos, regresaron de Cesarea de Filipo: Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:13-16).

La Sinagoga de Capernaum es un lugar en el que suceden varias cosas trascendentes, relativas al magisterio de Jesús, y son esas cosas las que dan el sentido inicial al que alude la expresión Santo de Dios en el Evangelio de Juan (6:69b). Por ejemplo: que en esa Sinagoga Jesús predica con autoridad (Lucas 4:32 y 4:36b), es decir que enseña sin fundamentar su enseñanza en citas tradicionales.

Para Su auditorio judío de entonces, hubiera bastado con solamente eso –afirmar que hablaba con autoridad (propia)- para señalarle como portador de una nueva versión de la Palabra, pero en Capernaum (y en sus cercanías) sucedieron otras cosas que conviene resaltar para entender qué significaba para Sus contemporáneos judíos que Juan le denominase Santo de Dios.

En primer lugar recordemos que -poco después- tiene lugar allí cerca la Transfiguración, que es la primera noticia que tienen Sus discípulos de que Jesús no es solamente un simple mortal (Mateo 17:1- 8). La Transfiguración es la revelación de la identidad de Jesús como Santo de Dios. Cerca de allí, en Capernaum, también tiene lugar la Confesión de PedroTú eres el Cristo (Mateo 16:16; Marcos 8:29; Lucas 9:20).

Otro hecho clave –que mencioné en el blog la semana pasada- es la relación de Capernaum con las localidades de Dan, Panias y Cesarea de Filipo. Hace pocos días, escuché al Pastor (Bautista) Pedro Barreiro describir las ruinas de Cesarea de Filipo, que están en lo alto de un barranco, en cuya base hay una gran gruta, de la que brota la vertiente del río Jordán. En Capernaum nacen dos caminos: uno va hacia el Norte, hacia las tierras de la casa de Israel, el otro hacia el Sur, hacia la Judea de la casa de Judá.

Cesarea de Filippo está a unos 45 km al Norte de Capernaum, andando aguas arriba por las márgenes del Jordán, en la región que se encontraba entre Fenicia, Siria, Nabatea y la Alta Galilea (de donde venían Jesús y Sus acompañantes). Allí construyó su capital Filipo (uno de los cuatro hijos de Herodes), sobre las ruinas de la antigua Panias.

Resulta que la entrada a la gruta es (y en la época de Jesús era) conocida como las puertas del Hades, o las puertas del infierno. Desde tiempos inmemoriales que de lo alto del barranco eran arrojadas víctimas humanas a las rocas en el sitio donde las aguas del Jordán surgen de la rocosa gruta. 

Filipo levantó su ciudadela sobre lo que –durante el reinado de la casa de Israel- había sido el antiguo Templo pagano de Dan, donde las ovejas perdidas de la casa de Israel erigieron un Templo para que rivalizase con el de Jerusalem. Es justamente allí, frente a esas puertas del Hades, y frente a esas rocas, contra las que se estrellaban los sacrificios paganos, que Jesús le dice a San Pedro: Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. (Mateo 16:18).

Si bien Jesús quizás hiciera un juego de palabras con el sobrenombre de Su discípulo Simón (Kefa en arameo significa roca, que es traducido como Petra) también puede que en esta búsqueda de otros lugares en los que la Biblia denomina a Jesús Santo de Dios hallamos encontrado el hilo conductor que nos guíe a otra lectura de los mismos textos. 

Recordemos que Jesús declaró que no había venido sino para las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 15:24), es decir para los descendientes de los habitantes del reino del Norte, caídos en los cultos paganos y los sacrificios de idolatría.

El Santo de Dios de Juan (6:69) entonces quizás es denominado Santo de Di-s porque Él va a construir una Nueva asamblea (en hebreo= Kehilá, en griego= ekklesia) para los Israelitas alejados del culto judaico. Es Santo porque la construirá sobre “rocas” de buena fe humana, y no sobre rocas de piedras dedicadas a sacrificios de sangre, como los que en las puertas de Hades hacían en aquella época las ovejas de Israel, perdidas entre pueblos paganos.  

De Capernaum (en la alta Galilea) salen dos caminos: Uno hacia las ovejas perdidas de la casa de Israel, en el Norte, el otro hacia Sus hermanos judíos, en Judá. Son dos caminos, para una redención.

Shalom Shalom!!!

Last modified: Thursday, 22 August 2024, 12:18 PM