"Milagros de sanación: anuncio de la Salvación"
Marcelo Aptekmann
La liturgia de este Domingo 8 de septiembre culmina con la lectura de un fragmento del Evangelio de Marcos (Marcos 7: 31-37) que comienza por narrar cuál fue el recorrido de Jesús con Sus discípulos a través de las tierras de las ovejas perdidas de la casa de Israel: Tiro, Sidón y la Decápolis.
En semanas anteriores ya hemos tratado aquí algunos momentos trascendentes de esa prolongada caminata, como cuando Su paseo lo llevó a las puertas del Hades; también cuando mencionamos Su intención de fundar una comunidad (Ekklesia) basada en los valores humanos de gente sencilla (como Pedro) en lugar de altares de rocas para los sacrificios paganos; en la misma región fue Su Transfiguración y también es la primera vez que Él mencionó (en en el evangelio de Juan) lo que será la base de la doctrina de la Transubstanciación.
A continuación de la breve referencia a ese andar al Norte del mar de Galilea, Marcos narra que trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le impusiera las manos. Llevándole aparte de la gente, le metió los dedos en las orejas, y escupiendo, tocó su lengua; y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: ábrete. Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien. (Marcos 7:32-36)
Después de estas curas milagrosas, el Evangelio sorprendentemente narra que: Y les mandó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más lo divulgaban. Y se maravillaban, diciendo: bien lo ha hecho todo; a los sordos hace oír, y a los mudos hablar (Marcos 7: 36-37). ¿Por qué Jesús dice a Sus discípulos que no anden comentando Sus milagros?
¿Qué significaban las curaciones milagrosas en el contexto político y cultural de la tierra de Israel hace dos mil años? Los milagros, eran temidos por las autoridades del imperio Romano, por las implicaciones políticas; por el peligro inherente a la popularidad de las figuras carismáticas.
En aquel entonces la posibilidad de irritar la sensibilidad política de los opresores romanos (y sus asociados locales) era un tema sobre el que las opiniones estaban divididas.
Algunos perseguían a los revoltosos y otros los apoyaban. También había los que cambiaban de posición. Éste parece haber sido el caso de Saulo de Tarso, que inicialmente persiguió a los discípulos (judíos) de Jesús y colaboró con los que asesinaron a San Esteban. Cuando la visión del luminoso amor de Jesús le hizo comprender a Saulo que tenía que ocupar su lugar del lado de los oprimidos y humildes de su pueblo, se transformó en el Pablo que trascendió. Saulo nunca dejó de practicar el rito judío, ni se convirtió a otra religión. Se transformó en alguien mejor, sin dejar de ser él mismo.
Mas allá del sentido político que en esa época tenían las curaciones milagrosas, las creencias de los judíos de hoy en día son diferentes de las de hace dos milenios. Para toda época vale que “Hay dos formas de vivir la vida; una es como si nada fuera un milagro y la otra es como si todo lo fuese” (decía Albert Einstein). Pero con relación a las curaciones milagrosas, las ideas han ido cambiando.
En la Antigüedad, muchos judíos creían que los eventos anómalos, ajenos al normal transcurrir de los hechos naturales sucedían y que -a menudo- eran signos (hebr: Ness). Con frecuencia los milagros eran de Di-s, y a veces eran hechos por varones (rara vez por mujeres). Ya en Éxodo 7:12 Moisés y Aarón realizan milagros superiores a los que realizan los magos de la corte de Faraón.
La Biblia incluso menciona milagreros profesionales como la bruja de Endor (1 Sam 28: 7-19) que invoca exitosamente el espíritu de Samuel. Luego, cerca de la época de Jesús, Flavio Josefo atestigua del éxito de un exorcista que realizó sus milagros frente a los emperadores romanos Vespasiano, Tito y Domiciano (en Antigûedades Judías 8:45-49).
El gran problema que en su época plantearon los frecuentes casos de curas milagrosas era dilucidar si: ¿son obra de Di-s, o debidos al conocimiento de técnicas especiales? Además: ¿Quién merece el crédito por una cura milagrosa: Di-s; o el ser humano que realiza la cura, o las técnicas empleadas?
Hoy nuestro problema es:¿Qué nos enseña el relato de los milagros de sanación que realizó Jesús? Es en esta cuestión que el Leccionario nos orienta mediante la 1ª lectura: Digan a los que están desalentados: Sean fuertes, no teman, que Di-s viene con venganza y represalia; Él mismo vendrá, y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se destaparán, el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo. Porque brotarán aguas en el desierto, y torrentes en lugar de polvaredas. El páramo se convertirá en estanque, y la tierra sedienta en manantiales (Is 35:4-7a).
Para ampliar la comprensión que de estas palabras podríamos tener hoy, quizás sirva que las abordemos desde la perspectiva de considerar ¿qué dice este texto cuando es leído conceptualmente según el contexto en el que se originó? ¿Cómo son interpretados estos versículos de Isaías en la cultura Judía?
En la Biblia, el fragmento de Isaías que nos trae el Leccionario viene a continuación de Ellos verán la gloria del Eterno, el esplendor de nuestro Di-s. Fortalezcan a las manos débiles y a las rodillas tambaleantes afirmen (Isaías 35: 2b-3). Para la tradición interpretativa Judía, estas palabras son la Palabra de Di-s a Sus profetas, para que anuncien la Salvación a los que están desahuciados, para que no pierdan la esperanza.
Allí donde el Antiguo Testamento suele traducir Digan a los que están desalentados (Isaías 35: 4a), en las sagradas escrituras judías (TaNaJ), aparece una palabra que se pronuncia nimharé, que por su etimología significa “que apuran”. Los desalentados entonces se refiere a los apurados, es decir: los que anhelan que venga rápido la salvación. Para todos los que compartimos este anhelo es la profecía atesorada por el pueblo judío, desde 740 años antes del nacimiento de Jesús hasta hoy.
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos se abrirán (Isaías 35:5) se refiere, según la tradición interpretativa judía, a lo que sucederá con los que no quieren ver la grandeza de Di-s y que no quieren oír a Sus profetas. El cojo que brincará como un carnero (Is 35: 6 a) se refiere a los débiles, y la lengua muda que cantará son los judíos que en el destierro debían callarse ante el desprecio y las afrentas de los gentiles. Esta interpretación era válida en la época de Isaías, y también adecuada para la época de Jesús y para muchos otros momentos de la historia.
La aridez que se convertirá en estanque y la sequedad que se volverá un manantial de agua (Isaías 35: 7 a) nos dice alegóricamente que será la gente humilde la que finalmente predomine. Entonces, lo que dice el fragmento del profeta Isaías que el Leccionario elige como primera lectura, para orientarnos sobre cómo entender el fragmento del Evangelio en el que Jesús sana a un sordomudo es:
Aunque Jesús, por las circunstancias políticas del momento en el que ejerció Su magisterio, indicó a Sus discípulos que fueran discretos y no anduvieran hablando sobre las curas milagrosas que hizo entre las ovejas perdidas de la casa de Israel, de todos modos la Palabra de Di-s a Sus profetas es que anuncien la Salvación a los que están desahuciados, para que no pierdan la esperanza.
Dice, con la voz de Isaías, a los que anhelan que la Salvación venga rápidamente hoy; a los débiles y a los humillados: ¡No pierdan la esperanza! ¡Ya verán los que no quieren ver, y ya oirán los que no quieren escuchar que En el futuro: Prevalecerán los humildes!
Quiera Hashem Bendecirlos!