Tengamos Paz!
Marcelo Aptekmann
El próximo Domingo 6 de octubre leerán en las Iglesias: Algunos fariseos se acercaron y, para ponerlo a prueba, le preguntaron: ¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa? Respondió Jesús: ¿Qué les mandó Moisés? (Marcos 10: 2-3).
Resalto este fragmento del Evangelio porque me parece útil ahondar en qué contexto sucede esta escena, para entender: ¿Por qué esos fariseos pusieron a Jesús a prueba con esa pregunta? ¿Es una pregunta capciosa?
El Evangelio según San Mateo narra que Jesús ya les había dicho: No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. (Mateo 5:17). ¿Por qué entonces le preguntan sobre una cuestión legal, relativa a los divorcios, para ponerlo a prueba? El contexto que necesitamos para comprender mejor el sentido de esa pregunta, es que estos hechos suceden después de que Juan el Bautista ha sido encarcelado.
Según este mismo Evangelio Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, (Marcos 1:14). Sabemos que después de encarcelado, Juan luego fue decapitado (a pedido de la princesa Salomé) porque denunciaba el matrimonio de la reina Herodías. El problema se origina en que la dinastía Herodiana, que era de origen Idumeo, gobernaba la Tierra Santa, pero no vivía de acuerdo a las Leyes de Israel.
Las leyes de Deuteronomio –que permiten el divorcio- prohíben el matrimonio entre tío y sobrina, considerándolo incestuoso, y además también prohíben que –después de divorciada- una persona se case con el hermano o hermana de su primer cónyuge, mientras éste/a siga con vida. Resulta que Herodías, la madre de Salomé, era nieta de Herodes el Grande y sobrina de los hijos de éste: Herodes Filipo (que fue su primer marido) y también sobrina de Herodes Antipas (su excuñado, con el que se casó en segundas nupcias, después de divorciarse de H. Filipo).
Juan el Bautista denunciaba públicamente esos matrimonios de la realeza como contrarios a la Ley, y así daba voz a un motivo de oposición a esa casa Real extranjera, que se mantenía en el poder por la fuerza de las armas Romanas. Si los Fariseos interrogan a Jesús sobre la legitimidad de que una divorciada se vuelva a casar, es para que tome posición sobre esta cuestión que –en ese entonces- era de candente actualidad política. Hasta aquí la puesta en contexto, pero del texto así entendido surge ahora un problema teológico.
La pregunta sobre la legitimidad de un segundo matrimonio está, en línea con otras preguntas sobre cómo se sitúa en aquel contexto político la enseñanza de Jesús: Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan? (Marcos 2:18). El punto es si efectivamente Jesús aboga por el cumplimiento de las Leyes de la Torah, sin quitar ni agregar nada, o si se diferencia de los discípulos de Juan el Bautista y del resto del movimiento Fariseo enseñando algo diferente, como parece enseñar cuando dice: Porque os digo que, si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. (Mateo 5:20).
Es en este contexto que, según Jesús le responde a los Fariseos: Ese mandamiento lo escribió Moisés para ustedes por lo obstinados que son (Mateo 10:5). Ahora podemos abordar un problema teológico subyacente a lo que nos presenta el Leccionario. ¿Jesús está enseñando otra Ley? ¿Cómo justifica que Sus discípulos no ayunen como los de Juan el Bautista y los demás Fariseos? ¿Enseña una justicia mayor que la de los escribas y Fariseos? En resumen: Jesús ¿no vino a cambiar ni una sola letra de la Ley, o vino a enseñar una nueva Ley, que considera que una persona divorciada, que vuelva a casarse, comete adulterio?
Puede que haya una solución lógica, superadora de este dilema teológico, pero que implica un cambio de Paradigma: En cuanto judío, Él respeta la Ley de Su pueblo y la acepta, sin proponer cambio alguno a la misma. Pero Él no ha sido enviado sino a las ovejas perdidas de la Casa de Israel (Mateo 15:24). La clave interpretativa aquí consiste en entender que la Casa de Israel es el desaparecido Reino del Norte, que se volcó completamente a la idolatría.
La Alianza con Dios es vista por los profetas como una Alianza matrimonial. La Casa de Israel rompió la “Alianza (matrimonial)” que tenía con el Di-s de Israel. La idolatría, en la Palabra de varios profetas, es equivalente a adulterio. Por eso Di-s se divorcia del Reino del Norte, que luego será arrasado por los Asirios. Los descendientes de la Casa de Israel, una vez divorciados de Di-s, ya no pueden volver a “casarse” con Di-s.
Por eso, por la compasión de Di-s hacia Su pueblo al que todavía ama, es enviado Jesús para que los descendientes de la casa de Israel (en parte dispersos entre los judíos) y los gentiles que se les sumen, puedan retomar un vínculo de amor con Di-s. Pero no se trata de una Alianza como la Alianza del Sinaí, que según enseña Jesús, sigue siendo válida para los judíos. Él ha venido con una enseñanza nueva, exclusivamente para la Casa de Israel (no para la de Judá): El vínculo de amor sellado por Di-s, no es roto por Di-s.
El Domingo 6 de octubre, a medio camino entre nuestro Año Nuevo y el día de ayuno (Iom Kippur) los judíos estaremos en vísperas del lunes 7 de octubre, primer aniversario de la incursión de los terroristas de Hamas en el Sur del Estado de Israel, que desencadenó en la región un estado de beligerancia que no ha dejado de crecer. Ojalá que los rehenes que todavía están en cautiverio sean liberados, y que haya Paz .