"Que seas bien inscripto en el Libro de la Vida"
Marcelo Aptekmann
El próximo Domingo 13 de octubre, en las Iglesias se leerá del Evangelio según San Marcos: Al salir Él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios (Marcos 10: 17-18).
Elijo detenerme a reflexionar en estos primeros dos versículos de la lectura del Evangelio, para conjeturar algo sobre qué escuchaban y entendían Sus primeros discípulos (de cultura judía) cuando Jesús hablaba con ellos. A partir de ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino Dios, podemos inferir que -al menos en esta ocasión- no se daba a conocer a Sí mismo como Di-s.
Pero si a Sus interlocutores de aquel entonces no se presentaba como el ser plenamente humano, y al mismo tiempo plenamente divino, que siglos más tarde reconocería el credo de varias denominaciones cristianas, ¿qué o quién podían entender Sus interlocutores que Él era?
En aquel entonces, cuando todavía ni los Evangelios ni las epístolas Paulinas habían sido escritas, la respuesta a nuestra pregunta esta insinuada en lo que Él dijo a continuación: Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. (Marcos 10:19)
¿De qué manera insinúa Marcos 10:19 en calidad de qué se presentaba Jesús a Sus interlocutores? Jesús hace referencia a una parte de los 10 mandamientos, la que tiene que ver con cómo debemos tratar a nuestro prójimo, tal como se lee en Deuteronomio 5: 16-19. Seguramente Él y Sus discípulos sabían que si bien esos mandamientos nos fueron dados (sin fecha de caducidad) inicialmente en el Sinaí, Deuteronomio luego explica en qué sentido podrán cambiar -para el pueblo de Israel- una vez que deje atrás el Sinaí y se asiente en Tierra Santa.
Jesús predicó en Tierra Santa, muchos siglos después de que el pueblo de Israel recibiese los mandamientos en el Sinaí. Por eso, en este nuevo contexto histórico, a los mandamientos mencionados por Jesús aplica la Palabra de Moisés registrada en Deuteronomio 18: 15- 16: Un Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios. A él oiréis; conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera.
Jesús, al dar una nueva versión de la Ley, se presentaba (de hecho) a Si mismo como profeta. En la tradición judía un profeta puede dar señales y hacer milagros, pero fundamentalmente debe ser conocido por su rectitud, conducta intachable y sabiduría sobre los demás. Según explica Maimónides (en Halajot Yesodé HaTorah), una vez que es reconocido como un verdadero profeta de Di-s, puede obedecérsele incluso si ordena infringir momentáneamente alguna de las normas de la Torah, ¡salvo las relativas a apostasía e idolatría!
Maimónides se basa en Deuteronomio: Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque vuestro Di-s os está probando, para saber si amáis a vuestro Di-s con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma. (Deut 13: 1 -3).
Sus discípulos directos, los que hace 2000 años escucharon Su Palabra, en aquel contexto cultural que no iban a entender que fuera otra cosa mas que un gran profeta y maestro espiritual, y así fue recordado por siglos por muchos de Sus discípulos judíos. Algunos de aquellos judíos que depositaron sus esperanzas en el Magisterio de Jesús pudieron huir de las huestes romanas, yendo a donde éstas no los persiguieran. Se asentaron en antiguas ciudades del Noreste de la península arábiga, como Tabuk, Tayma, Hegra y Dadán.
Durante más de seis siglos conservaron esa manera de amar a Jesús y Su magisterio, y finalmente le presentaron la idea de Jesús -como profeta- al Islam. Luego, cuando se vieron presionados a convertirse al Islam, algunos de ellos volvieron a unirse al cuerpo principal del pueblo judío y con eso terminó la identidad propia tradicional de los Ebionitas y Nazarenos, pero su idea de Jesús perduró hasta nuestros días a través de las ideas que de ellos pasaron al Islam.
Que Jesús fuese un profeta significaba que en principio no había venido para cambiar ni una sola letra de la Ley (la Torah) y que Su Palabra era para explicar cómo interpretar el texto de la Ley de modo de preservar su espíritu, en medio de una época de grandes cambios. Es lógico que un profeta judío, ante el riesgo de que fuese prohibido vivir según las Leyes de la Torah -por decreto por los invasores romanos-, combinase una defensa en base a la intensificar lo que enseña la Ley, pero con una mayor flexibilización a la hora de aplicarla. Es exactamente lo que Jesús hace.
Como señala el sociólogo y teólogo Gerd Theissen, Jesús amplía el mandamiento no matarás para incluir la ira y el insulto como formas de transgresión. En el caso del adulterio, además del acto físico condena el deseo interno. Su interpretación de las normas es intensificadora, pero es muy compasivo a la hora aplicarlas. Como por ejemplo en el caso de la mujer adúltera a quien Jesús libra del castigo de lapidación (Juan 8:3-11) o en el caso de la mujer pecadora que lo unge con perfume (Lucas 7: 37-39)
El Domingo 13 de octubre, en las Iglesias se leerá que: Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios (Marcos 10:25). También en esta ocasión Jesús enseña la Ley de modo de intensificar las exigencias. Al joven adinerado que le ha saludado calificándole de Maestro bueno le enseña que es casi imposible que un rico entre en el Reino de Di-s, pero por otra parte, según narra el Evangelio de Lucas, de Si mismo Él dice: Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores (Lucas 7:34)
Esta notable diferencia entre Su manera de enseñar la Ley (reforzando sus exigencias) y Su manera comprensiva y misericordiosa de aplicarla, es un claro ejemplo ilustrativo de las dos vías por las que se transmiten las normas de vida en la tradición judía. Una vía está asociada a la Ley, la Halajá, que históricamente solía estar en manos de varones. La otra, denominada Musar, es la enseñanza de cómo vivir éticamente, dentro del marco de las leyes de la Halajá, pero sin perder de vista que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
En la cultura judía, el Musar con frecuencia es transmitido por mujeres, muchas veces a través de narraciones –comparables a las parábolas de Jesús- en vez de enunciar y analizar las Leyes de la Halajá. La ética de Jesús, como la del Musar, no es simplemente una lista de reglas a seguir. Jesús hace una doble movida para preservar la Ley: reforzándola, pero además va mas allá de la Letra para cumplir con el espíritu de la Ley (actuando con justicia, misericordia y reconciliación). Su enseñanza apunta a la transformación del corazón y la intención del individuo (= Musar), dentro del marco intocable (intocable para los judíos, pero no para Sus discípulos gentiles) de la Halajá.. |
El día anterior al Domingo 13 de Octubre, los judíos celebramos nuestro Shabat, que este año además coincide con el día de ayuno denominado Iom Kipur,
Un saludo tradicional en esta fecha es: Que seas bien inscripto (en el Libro de la Vida)