Marcelo Aptekmann

 

Shalom!

El próximo Domingo 27 de octubre, en las Iglesias se leerá del Evangelio de San Marcos que, Al salir Jesús con sus discípulos de Jericó, un ciego que estaba sentado junto al camino le dijo: ¡Jesús, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí! (Marcos 10:48). Entonces Jesús, mandó llamarle; y le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino (Marcos 10: 51b-52).

Este fragmento del Evangelio, ¿lo presenta a Jesús simplemente como un sanador? No quiero decir que tener dones de sanación sea poca cosa (¡todo lo contrario!), pero la primera lectura del Leccionario es la que -como tantas otras veces- nos orienta sobre cómo interpretar estos versículos del Evangelio. La cita de una parte de una profecía del poeta Jeremías muestra que no olvidarse de los ciegos, ¡es parte del Divino plan para redimir a todo el pueblo de Israel!

Dice el Señor: Canten con alegría por Israel. ¡Griten por la mejor de las naciones! Griten de alabanza y alegría: ¡Salva a Tu pueblo, oh Señor, el remanente de Israel! Pues los traeré del Norte y de los extremos más lejanos de la tierra. No me olvidaré del ciego ni del cojo, ni de las mujeres embarazadas ni de las que están en trabajo de parto. ¡Volverá un enorme grupo! Por su rostro correrán lágrimas de alegría y con mucho cuidado los guiaré a casa. Caminarán junto a arroyos quietos y por caminos llanos donde no tropezarán. Pues Soy el padre de Israel, y Efraín es mi hijo mayor (Jeremías 31: 6-8).

Hace 2600 años, la palabra profética de Jeremías era -para los exilados en tierras del imperio Babilonio (el Norte de donde los traerá de vuelta)- un mensaje de esperanza. ¡Ninguno iba a ser dejado atrás! Todo el que quisiera volver al terruño anhelado, iba a poder hacerlo. Los días de opresión y dolor se terminarían pronto y en lugar de llorar de tristeza, llorarían de alegría. Una nación derrotada militarmente, humillada y llevada en cautiverio al exilio, podía contar con que el Creador del universo era fiel a Su amor y Su palabra por la mejor de las naciones.

Hace 2000 años, los judíos –descendientes de la Casa de David, como se conocía al Reino de Judá- de nuevo se sentían sojuzgados, humillados y oprimidos. No estaban en el exilio, pero bajo el yugo del imperio Romano y de la dinastía Herodiana estaban como exilados… en su propia tierra. El Magisterio de Jesús fue para Sus discípulos -y para las multitudes de judíos que (según los evangelios) los seguían- un mensaje de esperanza comparable al del profeta.

Entonces ¿Jesús fue un profeta de Israel? Seguramente muchos de Sus seguidores judíos lo tuvieron por tal. De hecho, cuando en el año 73 los soldados Romanos destruyeron el Templo de Jerusalem, entre los judíos que huyeron hacia el Noroeste de la península arábiga hubo algunos que llevaron consigo esta idea de Jesús, que varios siglos más tarde sería adoptada por el Islam.

Habitualmente, la segunda lectura que nos propone el Leccionario es un texto elegido por otros motivos, que no suele estar conectado con la primera y la tercera lectura en el sentido de ayudar a entender el sentido del Evangelio. Sin embargo, en esta ocasión parece abrir ventana a otra idea de Jesús, que no excluye la noción de que tuviera dones de sanación y dones proféticos.

La segunda lectura del Domingo 27 de octubre, es un fragmento de un texto denominado “carta a los hebreos”, que es atribuido por algunos a San Pablo, que comenzó a circular en la misma época en que Marción (que poco después sería expulsado por hereje) obsequiaba a las comunidades cristianas su versión de las Sagradas Escrituras cristianas, que incluía costosos ejemplares manuscritos de las cartas de San Pablo, probablemente editadas por él para servir al virulento anti-judaísmo de Marción. Los libros regalados por Marción fueron oficialmente reemplazados por el canon de San Irineo de Lyon, pero no fueron retirados de circulación.

Volvamos al texto de Hebreos, que nos explica que: Todo sumo sacerdote es un hombre escogido para representar a otras personas en su trato con Dios. Él presenta a Dios las ofrendas de esas personas y ofrece sacrificios por los pecados. Y puede tratar con paciencia a los ignorantes y descarriados, porque él también está sujeto a las mismas debilidades. Por esa razón, debe ofrecer sacrificios tanto por sus propios pecados como por los del pueblo. (Hebreos 5:1-4).

Hasta aquí, lo que el texto dice es algo que cualquier lector –judío o gentil- del Antiguo Testamento ya conoce. Pero luego, Hebreos agrega: Y nadie puede llegar a ser sumo sacerdote solo porque desee tener ese honor. Tiene que ser llamado por Dios para ese trabajo, como sucedió con Aarón. Por eso, Cristo no se honró a sí mismo haciéndose Sumo Sacerdote, sino que fue elegido por Dios, quien le dijo: Tú eres mi Hijo. Hoy he llegado a ser tu Padre [a. Y en otro pasaje Dios le dijo: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. (Hebreos 5: 4-6).

Esta última parte del texto de Hebreos parece orientarnos hacia una nueva respuesta, igualmente válida, a la pregunta de cómo presenta este fragmento del Evangelio de Marcos a Jesús. Esa respuesta es parte integral de una doctrina teológica, según la cual el sistema de sacrificios que se practicaban regularmente en el Templo es reemplazado definitivamente por Jesús, como si Él fuese un sumo sacerdote más legítimo que el del Templo de Jerusalem, y que además se da a Sí mismo, en un único sacrificio, más efectivo (Hebreos 8 y 9) que los de los sacerdotes anteriores.

“La carta a los Hebreos” no solamente presenta a Jesús como el hijo de Di-s, increado, inmortal y permanente, sino que además lo presenta como superior a todos los héroes bíblicos, incluyendo a Moisés y Aarón, y superador de las instituciones bíblicas como los sacrificios del Templo. Al ser la víctima sacrificial de perfecta pureza, al mismo tiempo que el sacerdote oficiante perfecto, la Pasión de Jesús superaría la anterior liturgia de Levítico. Hebreos afirma que es porque los sacrificios del Templo eran inefectivos, que debían ser repetidos (Hebreos 10:1-5).

El problema con esta visión teológica de la “carta a los Hebreos” es que conduce a la idea de que: por ser Jesús superior a todo lo que le haya precedido, quedaría obsoleta la Alianza que Di-s hizo en el Sinaí (por medio de Moisés) con el pueblo de Israel.

Esa teología enseña luego que el verdadero Israel pasa entonces a ser la Iglesia, en reemplazo del pueblo judío que solamente sobrevive por su obstinación en no reconocer a Jesús como el Mesías para todos, y que sobrevive en la miseria para demostrar la miseria en la que viven quienes niegan a Jesús.

La teología del reemplazo fue defendida durante muchos siglos por algunos de los grandes maestros de la cristiandad (como por ejemplo San Agustín). Después del Concilio Vaticano II, y -en un sentido más profundo- después de los horrores de Auschwitz, la teología del reemplazo está siendo cuestionada y depuesta por cada vez más cristianos.

Es obvio que enseñar el desprecio hacia el pueblo que dio a luz a Jesús (y al Antiguo Testamento) no es coherente con la enseñanza del amor al prójimo, pero aún hoy en día la teología del reemplazo sigue teniendo algún arraigo en la grey cristiana. Ello se debe en parte a la ineludible presencia de un texto como “Hebreos” en el canon de muchas denominaciones cristianas (pese a que durante muchos siglos hubo cristianos que objetaron que se la incluyera en el canon).

Lo cierto es que la “carta a los Hebreos” hoy es parte de del canon de las Sagradas Escrituras de varias denominaciones cristianas, y quienes de verdad quieran evitar que su grey recaiga en la enseñanza del desprecio, son convocados por la “Carta a los Hebreos” a pronunciarse doctrinariamente con una teología cristiana que reconozca que el de las Iglesias cristianas NO es el único camino de salvación posible.

Podemos leer “Hebreos” y explicar que el orden de Melquisedec que menciona Hebreos (5:6) no figura en el Antiguo Testamento, que solamente lo menciona a Melquisedec dos veces (Gen 14:18-20, Salmo 110:4). No hay otros miembros del orden de Melquisedec, aparte de Jesús en “Hebreos”, por lo que Su inclusión solamente resalta que Él no es del linaje de Aarón.

Cuando el II Templo fue destruido, y cesaron allí los sacrificios, para los judíos practicantes la plegaria cotidiana y el estudio pasaron a reemplazar el sentido que los antiguos sacrificios tenían para los judíos. Una futura teología de los dos caminos tendría que reconocer que además del camino de la fe de Jesús, que es para los judíos, existe el de la fe en Jesús, que es igualmente válido, para los gentiles.

¡Que recibas bendiciones, muchas!

Shalom Shalom!!

Última modificación: Tuesday, 22 de October de 2024, 13:22