¿Cuál es el camino?
Marcelo Aptekmann
Entre las 613 Mitzvot (Son 613 mandamientos, leyes o normas) que hoy en día –igual que en la época de Jesús- rigen la vida de los judíos ¿cuál tiene prioridad sobre los demás? Eso es lo que un escriba le preguntó a Jesús, con estas palabras: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? (Marcos 12: 28b).
Su respuesta fue: El primero es: Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos. (Marcos 12:29-31.)
Las palabras de Jesús no evidencian una ruptura con el judaísmo, ¡todo lo contrario! Su enseñanza, aunque personal (y por lo tanto única) se inscribe armoniosamente entre las de los grandes maestros del judaísmo de todas las épocas. La respuesta que aquí, en el Evangelio según San Marcos, da a un escriba, es similar a las que da a un abogado en el Evangelio de San Lucas (Lucas 10:27) y en el de San Mateo (Mateo 22: 35-40).
Su respuesta, que consta de dos partes, comienza con Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. Hoy en día los judíos rezamos dos veces al día (en idioma hebreo) estas mismas palabras, que originariamente proceden de Deuteronomio 6:4-5.
La primera parte de la respuesta de Jesús expresa la esencia del vínculo que cada judío practicante tiene con Hashem (Di-s): Al comenzar decimos ¡Escucha Israel! de modo imperativo, nos volvemos como profetas cuya voz lleva Su Palabra a todo Israel. Acostumbramos taparnos los ojos, para que nada terrenal nos distraiga, y luego, a continuación, proclamamos la doctrina de que nuestro Creador Es Uno y Único. Después reafirmamos que nuestro vínculo con nuestro Creador involucra todas las dimensiones y potencialidades de nuestro ser.
Es lógico que el magisterio de Jesús, que declara que no ha venido sino para las ovejas perdidas de la casa de Israel, incluya esta enseñanza básica, que según Deuteronomio es para todo Israel (y no solamente para el pueblo judío, que es solamente una fracción de Israel).
La segunda parte de la respuesta de Jesús al escriba (y al abogado en Lucas 10 y en Mateo 22) es Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos (Marcos 12:31). También ésta es una cita de las Sagradas Escrituras del pueblo judío.
Para la tradición interpretativa judía, los cinco primeros libros son la parte más sagrada de toda la Biblia. Tanto así, que, si uno apoyase un ejemplar de la Biblia acostándolo sobre la mesa, debería poner el libro de manera tal que el pentateuco (los cinco primeros libros) queden encima de los demás libros. Y por supuesto que ningún otro libro debería apilarse encima de la Biblia. No es que nada malo le vaya a suceder a quien no lo haga así, salvo que se habrá perdido una oportunidad de mostrar su respeto por la Palabra.
En el medio de los cinco primeros libros de la Biblia (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) que tienen el nivel más alto de sacralidad, está el Libro denominado Levítico (en la Biblia judía, en hebreo, se llama Vaycrá). A su vez, en el centro de Levítico, está el capítulo denominado “Kedoshim” (que se podría traducir: Consagraciones). En el centro exacto de este capítulo, es decir: en el centro del centro del centro de lo más sagrado de las Escrituras judías, está la frase que cita Jesús al responder cuál es el más fundamental de los mandamientos. Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Levítico 19:18). En esa frase está resumido el núcleo la médula, el espíritu, de todas las normas sobre la convivencia entre prójimos.
De acuerdo a Jesús (y muchos otros maestros del pueblo judío) los mandamientos se resumen en dos cuestiones fundamentales: Que debemos proclamar con todo nuestro ser que nuestro creador es uno y único, y que debemos comportarnos con nuestro prójimo como si se tratase de nosotros mismos.
Hay más de un camino hacia Su reino, para que puedan ir allí gentes que provienen de distintos puntos de origen. Si no entendí mal, Él enseña que, si evitamos participar de las sutiles argucias de los leguleyos y de los que se creen poderosos, y de todos aquellos que, una vez proclamada la Ley, se las ingenian para la trampa, entonces constataremos rápidamente que quien vive así, con esos dos fundamentos como brújula existencial, no está lejos del reino de nuestro Creador.
Quiera Hashem bendecirlos, para alegrías.