Ramón Ricciardi y Bernardo Hurault, padres” de la Biblia Pastoral, respondieron claramente al desafío entre la disputa teórica a ​la cercanía vital.

 

En los comienzos de su misión en Chile, leían la Palabra con la gente, siguiendo la “revisión de vida”, un método de reflexión sobre la vida cotidiana de los fieles a la luz de los Evangelios desarrollado por el sacerdote belga Joseph Cardijn, fundador de la juventud obrera cristiana (JOC), dedicada a la evangelización en ámbitos obreros.

 

Esta dinámica se mantuvo en todo el trabajo de la Biblia Pastoral Latinoamérica que fue “traducida, presentada y comentada para las comunidades cristianas de Latinoamérica y para los que buscan a Dios”.

 

La Biblia Latinoamérica es una obra realizada con claros criterios de practicidad inmediata y cercanía vital, es decir, teniendo muy en cuenta a unos lectores muy concretos con sus posibilidades de captar y asumir el contenido del libro sagrado.

 

Destinatarios de esta obra fueron, en principio, los creyentes chilenos entre los que se desenvolvía su ministerio pastoral y, en más amplio radio, todos los del área latinoamericana; luego, se amplió el panorama a otros países y culturas del mundo.

 

El P. Bernardo, se dejó llevar por un inalcanzable ideal, a la vez que reconociendo sus propios límites, y poniendo todas sus energías para mejorar la situación social y eclesial, haciendo que la Palabra siga avanzando y sea glorificada (cf. 2 Tes 1,3). Por eso, con la nueva y continuamente renovada traducción de la Biblia “popular y entretejida de comentarios pastorales”, miraba a que el laicado saliera de su condición simple y de estar siempre sometido a la exposición del mensaje por parte de los sacerdotes, quizás no suficientemente interesados en la tarea. Es la suya una posición profética, a contracorriente, él se siente plenamente sacerdote y actúa siempre tratando de superar el rol tradicional y de abrir nuevos caminos. No quiere que el sacerdote haga simplemente la lectura de la Biblia ante la asamblea de los fieles, sino que la Palabra de Dios esté en las manos, en la casa y en el corazón de todos los creyentes, ya que de otra manera no les llegará más que con cuentagotas.

 

En sus cartas el P. Bernardo relata: “Para la primera edición, yo podía usar fácilmente el griego; del hebreo sólo conocía las bases. Después, habiendo pasado cuatro meses en Israel, pude trabajar directamente sobre el hebreo. En cuanto a los comentarios, llegué a hacerme responsable del 90% de ellos, rehaciendo todo lo que no me gustaba. La presentación, la selección de textos en letra grande y pequeña, las ilustraciones y todo lo demás lo hice yo también. Ramón lo leía todo y me ayudó mucho. Él me obligaba siempre a volver al campo pastoral”.

 

Toda su actividad el Padre Bernardo Hurault la consideraba “obra de Dios”, que va combinando los eventos, para abrir caminos a la evangelización y la realización del Reino. A la oración asidua confiaba todos sus pasos, reconociendo a la vez sus propios límites, así escribía: “Es una lástima llevar trabajos tan de Dios y serlo uno tan poco, tan esclavo de los nervios y de la actividad … Fácilmente uno considera de Dios lo que es suyo propio … Solamente sé que el Señor lleva un poco las cosas y espero que hará algo a tiempo para que yo no sea manco al desembarcar en la eternidad”.