“Hay que esperanzar...”

 

 Primer paso: Contemplamos nuestra vida 

 

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  • Hacemos explícito que nos reunimos en Su Nombre alrededor de esta mesa.

En el Nombre de nuestro Dios Padre-Madrede Jesús el Hijo y del viento siempre nuevo del Espíritu SantoAmén.

 

  • Como siempre nos dejamos sorprender por la poesía y la música que nos ayudan a templar el corazón para poder contemplar nuestra vida y la de Jesús, esta vez con la canción: Hay que esperanzar” de Carlos Saracini cp .

 

 

HAY QUE ESPERANZAR.

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Tanta injusticia, tanta más crueldad.

En estas denuncias, hay hambre de bondad.

Tantos migrantes, rutas sin hogar,

nuevos habitantes fronteras por borrar.

 

Hay que esperanzar, pariendo mundos nuevos.

Hay que esperanzar, palpando brotes nuevos.

La noche retrocede y amanece... amanece, amanece.

 

Tanta mentira, tanta ambición,

por guerras homicidas, ofrezco una canción.

Tanto femicidio, tanta violación

amores en presidio convocan compasión.

Hay que esperanzar…

 

Siento tu ausencia, me duele este amor,

creo en tu presencia, permanezco en vos.

Veo que anochece, hay oscuridad,

estrellas que aparecen “no dejen de brillar”.

Hay que esperanzar…

 

Tiempo personal:

 

  • La canción describe algunas situaciones... ¿qué otras situaciones te preocupan, te duelen de esta realidad que estas, que estamos viviendo?
    • ...

 

  • Recién cantamos: “Hay que esperanzar palpando brotes nuevos”, ¿De qué “brotes nuevos” sos arte y parte? Y... ¿De qué “brotes nuevos” sos testigo, en medio de estos tiempos tan difíciles y desafiantes?
    • ...

 

  • Si te parece, lo podes escribir.
  • Te proponemos compartirlo. Si estas sol@, lo podes hacer después.

 

Reflexión:

 

  • Ana María Diaz, en su reflexión: “La fe en tiempos difíciles” del domingo pasado, nos dice: “Estos son tiempos difíciles, qué duda cabe. Vivimos una gran crisis económica (...) ; tenemos penosos focos de guerra, y en lugar de buscar acuerdos de paz, se intenta por todos los medios,  extender peligrosamente los territorios involucrados; aumentan los desastres naturales, producto del cambio climático; aumenta el número de lideres que son elegidos por su estilo irracionalista, extravagante, caracterizados por usar un leguaje agresivo, ofensivo y perentorio, todo lo cual no favorece el diálogo democrático ni el sentido de unidad”. Como recién cantamos“Tantas injusticias, tanta más crueldad... tantos migrantes, rutas sin hogar... Tantas mentiras, tanta ambición por guerras homicidas. Tanto femicidio, tanta violación...”.

 

  • Y... Ana María también nos dice: “Los tiempos difíciles tienen un efecto muy paradojal en la vida espiritual de todas y todos nosotros. Por una parte, hay muchos que se alejan de su fe, pierden la esperanza y se centran en sí mismos y sus necesidades, de un modo individualista. Sin embargo, también hay evidencia de que la vida de fe se ha renovado a lo largo de la historia en momentos de agitación social y política, en tiempo de perturbación moral, provocando una profunda transformación espiritual. Estos efectos son colectivos, pero también muy personales”.

 

  • Por eso el verbo “esperanzar” que nos enseñó Paulo Freire nos ayuda a vivir estos tiempos difíciles. Nos dice: “Es preciso tener esperanza, pero tener esperanza del verbo esperanzar; porque hay gente que tiene esperanza de verbo esperar. Y la esperanza del verbo esperar no es esperanza, es espera. ¡Esperanzar es levantarse, esperanzar es perseguir algo, esperanzar es construir, esperanzar es no desistir!” Por eso la canción insiste: “En estas denuncias, hay hambre de bondad... nuevos habitantes fronteras por borrar... amores en presidio convocan compasión...creo en tu presencia, permanezco en vos”. Porque decidimos “esperanzar”.

 

  • Este domingo es la octava Jornada Mundial de los Pobres. Francisco papa nos convoca a “esperanzar”. Nos dice: “Esta jornada mundial de los pobres es una ocasión propicia para llevar a cabo iniciativas que ayuden concretamente a los pobres, y también para reconocer y apoyar a tantos voluntarios que se dedican con pasión a los más necesitados. Debemos agradecer al Señor por las personas que se ponen a disposición para escuchar y sostener a los más pobres. Son sacerdotes, personas consagradas, laicos y laicas que con su testimonio dan voz a la respuesta de Dios a la oración de quienes se dirigen a Él. El silencio, por tanto, se rompe cada vez que un hermano en necesidad es acogido y abrazado. Los pobres tienen todavía mucho que enseñar porque, en una cultura que ha puesto la riqueza en primer lugar y que con frecuencia sacrifica la dignidad de las personas sobre el altar de los bienes materiales, ellos reman contracorriente, poniendo de manifiesto que lo esencial en la vida es otra cosa”.

 

  • Por eso cantamos con confianza a pesar y a través de todo: “Hay que esperanzar, pariendo mundos nuevos. Hay que esperanzar, palpando brotes nuevos. La noche retrocede y amanece”.

¿Qué me provoca esta reflexión?, ¿Qué nos hace sentipensar?

Nota: En el anexo está el texto completo de Francisco y de Ana María.

 

 Segundo paso: Escuchamos el Evangelio, La Sabiduría de Jesús 

 

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Según la Comunidad de Marcos 13, 24-33

 

“Estén alerta, yo se lo he advertido todo. Después de esa angustia llegarán otros días; entonces el sol dejará de alumbrar, la luna perderá su brillo, las estrellas caerán del cielo y el universo entero se conmoverá. Y verán venir al Hijo del Hombre en medio de las nubes con gran poder y gloria. Enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. Aprendan de este ejemplo de la higuera: cuando sus ramas están tiernas y le brotan las hojas, saben que el verano está cerca. Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que todo se acerca, que ya está a las puertas. En verdad les digo que no pasará esta generación sin que ocurra todo eso. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Por lo que se refiere a ese Día y cuando vendrá, no lo sabe nadie, ni los ángeles en el Cielo, ni el Hijo, sino solamente el Padre. Estén preparados y vigilando, porque no saben cuándo llegará ese momento”.

Reflexión:

 

  • Los géneros literarios nos ayudan a expresar lo que está latiendo en el alma personal, comunitaria y colectiva. “La poesía” como “la narración” o la “dramatización” y otros géneros literarios, nos ayudan a expresar nuestras emociones y convicciones. Este lenguaje que acabamos de leer se llama: “apocalíptico”. Si lo leemos literalmente creemos que Jesús y la comunidad de Marcos nos están hablando del horror, pero aunque nos cueste creerlo se trata de un género literario que busca comunicar esperanza. Aquí nos puede pasar aquello tan frecuente de que alguien nos está señalando con el dedo la luna y nos quedamos mirando el dedo. La luna es por ejemplo esta frase: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Gracias a Jesús podemos confiar que la vida y el amor tienen la última palabra.

 

  • Carlos Bravo Gallardo en Galilea año 30 lo traduce de esta manera: “Pero Jesús no era un adivino y, para corregir las falsas expectativas que tenían los discípulos, les dijo: ‹‹Pero ustedes me preguntaron por cuándo será todo esto y cuáles las señales de que la historia humana está por acabarse. Yo no les he respondido porque no lo sé; no lo saben tampoco los ángeles del cielo, sino sólo el Padre. Es lo mismo que la muerte: sólo sabemos que sucederá, pero no sabemos ni el cuándo ni el cómo. Por eso esa pregunta no deben volver a hacerla jamás”.

 

  • Sigue Carlos diciéndonos: “Jesús les dejó a sus discípulos -y a todos nosotros, que lo hemos seguido para proseguir su causa- tres lecciones: 1º Ante la conflictividad político-religiosa de la historia hay que vivir en actitud de discernimiento de las señales que en ella encontramos para actuar. 2º Frente al desconocimiento del momento y la certeza de su venida para llevar la historia a plenitud, vivir en expectativa esperanzada. 3º Frente a las tareas del presente, actitud de vigilancia permanente”.

 

  • Como les decíamos, este domingo es la Jornada Mundial de los Pobres, donde Francisco papa nos convoca a vivir con “expectativa esperanzada y actitud vigilante”. Por eso nos invita a nutrir nuestra fe con la oración“La oración, por tanto, halla la confirmación de su propia autenticidad en el amor que se hace encuentro y cercanía. Si la oración no se traduce en un actuar concreto es vana, de hecho, la fe sin las obras «está muerta» (St 2,26). Sin embargo, la caridad sin oración corre el riesgo de convertirse en filantropía que pronto se agota”.

 

  • Sigue Francisco diciéndonos: “En este contexto es hermoso recordar el testimonio que nos ha dejado la Madre Teresa de Calcuta, que en la ONU en octubre del 1985 dijo: «Yo sólo soy una pobre monja que reza. Rezando, Jesús pone su amor en mi corazón y yo salgo a entregarlo a todos los pobres que encuentro en mi camino. ¡Recen también ustedes! Recen y se darán cuenta de los pobres que tienen a su lado. Quizá en el mismo piso de sus casas. Quizá incluso en sus hogares hay alguien que espera su amor. Recen, y los ojos se les abrirán, y el corazón se les llenará de amor».

 

  • Por eso... “Hay que esperanzar, pariendo mundos nuevos. Hay que esperanzar, palpando brotes nuevos. La noche retrocede, y amanece.”

 

  • ¿Qué te parece esta manera de contemplar el Evangelio?. ¿Sentís que Jesús te está ofreciendo una clave para mirar tu vida?.

 

 Tercer paso: “Dejarnos abrazar por Dios que es AMAR”. 

 

  • Sigamos cultivando nuestra Fe en Jesús, porque confiamos que DIOS SIEMPRE ESTA PRESENTE, como el aire que respiramos. Su amor constantemente NOS ESTA INSPIRANDO para que entremos en esta dinamica que es amar y dejarnos amar.

 

  • Con todo lo que venimos descubriendo y reflexionando, volvamos a escuchar “Hay que esperanzar” que cantamos al comienzo.

 

  • Si necesitamos, comentemos lo que nos despierta ahora la cancion a partir de todo lo que venimos rezando.

 

  • Ahora los invitamos a hacer una oración aun más explícita. Traemos al corazón diferentes situaciones que estan resonando en nosotros, lo que esta pasando en nuestra familia, nuestra comunidad, nuestro lugar, nuestro país, en la humanidad, con nuestra madre tierra.
  • Despues de un rato de silencio.
    • Dejamos que brote una oración de acción de gracias… de petición… de perdón

 

  • Tambien, como nos pasa siempre… empezamos a traer la vida de los que estan frágiles, los que estan enferm@s… aquell@s que han fallecido, que han vivido su pascua, su segundo parto.

 

  • Le pedimos a María que nos ayude, por eso le decimos: “Alégrate María, llena eres de gracia...”

 

  • Junto con Jesús decimos: “Padre-Madre nuestro...”

 

Te invitamos a cerrar esta celebración con el final de la carta de Francisco, sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo: “Nos amó”. Dice así.

 

Señor Jesucristo, que de Tu Corazón santo,

broten para todos nosotros esos ríos de agua viva

que sanen las heridas que nos causamos,

que fortalezcan la capacidad de amar y de servir,

que nos impulsen para que aprendamos a caminar juntos

hacia un mundo justo, solidario y fraterno.

 

Eso será hasta que celebremos felizmente unidos

el banquete del Reino celestial.

Allí estarás, Jesús resucitado,

armonizando todas nuestras diferencias

 con la luz que brota incesantemente de Tu Corazón abierto.

Bendito seas”. Amén

 

  • Que el Espíritu nos de coraje para ponerle el cuerpo a esta oración.

Estamos contentos de poder ofrecerles esta celebración.

L@s abrazamos Federico cp, Gilberto cp y Carlos cp

 

 Les proponemos para seguir profundizando... 

 

-Los invitamos a escuchar de “un tal Jesús” el Nº105 “Un cielo nuevo y una nueva tierra”

- https://youtu.be/1F6rKbtVdXo?si=rVQlx1xFvRjKjc_J

 

-Les recomendamos la lectura del libro de Carlos Bravo Gallardo sj: “Galilea año 30”. Si quieren les mandamos el pdf del libro.

-Les recomendamos como siempre buscar los comentarios de José A. Pagola y otros.

ANEXO

Les compartimos todo el texto de Francisco sobre la 8º Jornada mundial de los Pobres

 El texto completo del comentario de Ana María Diaz: “La fe en tiempos difíciles”

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO

VIII JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario
17 de noviembre de 2024

La oración del pobre sube hasta Dios (cf. Sirácida 21,5)

Queridos hermanos y hermanas:

1. La oración del pobre sube hasta Dios (cf. Si 21,5). En el año dedicado a la oración, con vistas al Jubileo Ordinario 2025, esta expresión de la sabiduría bíblica es muy apropiada para prepararnos a la VIII Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará el próximo 17 de noviembre. La esperanza cristiana abraza también la certeza de que nuestra oración llega hasta la presencia de Dios; pero no cualquier oración: ¡la oración del pobre! Reflexionemos sobre esta Palabra y “leámosla” en los rostros y en las historias de los pobres que encontramos en nuestras jornadas, de modo que la oración sea camino para entrar en comunión con ellos y compartir su sufrimiento.

2. El libro del Eclesiástico, al que nos referimos, no es muy conocido, y merece ser descubierto por la riqueza de temas que afronta sobre todo cuando se refiere a la relación del hombre con Dios y con el mundo. Su autor, Ben Sirá, es un maestro, un escriba de Jerusalén, que escribe probablemente en el siglo II a. C. Es un hombre sabio, arraigado en la tradición de Israel, que enseña sobre varios ámbitos de la vida humana: del trabajo a la familia, de la vida en sociedad a la educación de los jóvenes; presta atención a los temas relacionados con la fe en Dios y con la observancia de la Ley. Afronta los problemas arduos de la libertad, del mal y de la justicia divina, que también hoy son de gran actualidad para nosotros. Ben Sirá, inspirado por el Espíritu Santo, quiere transmitir a todos el camino a seguir para una vida sabia y digna de ser vivida ante Dios y ante los hermanos.

3. Uno de los temas a los que este autor sagrado dedica mayor espacio es la oración. Lo hace con mucho ímpetu, porque da voz a su propia experiencia personal. En efecto, ningún escrito sobre la oración podría ser eficaz y fecundo si no partiera de quien cada día está en la presencia de Dios y escucha su Palabra. Ben Sirá declara haber buscado la sabiduría desde la juventud: «En mi juventud, antes de andar por el mundo, busqué abiertamente la sabiduría en la oración» (Si 51,13).

4. En su recorrido, descubre una de las realidades fundamentales de la revelación, es decir, el hecho de que los pobres tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios, de tal manera que, ante su sufrimiento, Dios está “impaciente” hasta no haberles hecho justicia, «hasta extirpar la multitud de los prepotentes y quebrar el cetro de los injustos; hasta retribuir a cada hombre según sus acciones, remunerando las obras de los hombres según sus intenciones» (Si 35,21-22). Dios conoce los sufrimientos de sus hijos porque es un Padre atento y solícito hacia todos. Como Padre, cuida de los que más lo necesitan: los pobres, los marginados, los que sufren, los olvidados. Pero nadie está excluido de su corazón, ya que, ante Él, todos somos pobres y necesitados. Todos somos mendigos, porque sin Dios no seríamos nada. Tampoco tendríamos vida si Dios no nos la hubiera dado. Y, sin embargo, ¡cuántas veces vivimos como si fuéramos los dueños de la vida o como si tuviéramos que conquistarla! La mentalidad mundana exige convertirse en alguien, tener prestigio a pesar de todo y de todos, rompiendo reglas sociales con tal de llegar a ganar riqueza. ¡Qué triste ilusión! La felicidad no se adquiere pisoteando el derecho y la dignidad de los demás.

La violencia provocada por las guerras muestra con evidencia cuánta arrogancia mueve a quienes se consideran poderosos ante los hombres, mientras son miserables a los ojos de Dios. ¡Cuántos nuevos pobres producen esta mala política hecha con las armas, cuántas víctimas inocentes! Pero no podemos retroceder. Los discípulos del Señor saben que cada uno de estos “pequeños” lleva impreso el rostro del Hijo de Dios, y a cada uno debe llegarles nuestra solidaridad y el signo de la caridad cristiana. «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 187).

5. En este año dedicado a la oración, necesitamos hacer nuestra la oración de los pobres y rezar con ellos. Es un desafío que debemos acoger y una acción pastoral que necesita ser alimentada. De hecho, «la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria» (ibíd., 200).

Todo esto requiere un corazón humilde, que tenga la valentía de convertirse en mendigo. Un corazón dispuesto a reconocerse pobre y necesitado. En efecto, existe una correspondencia entre pobreza, humildad y confianza. El verdadero pobre es el humilde, como afirmaba el santo obispo Agustín: «El pobre no tiene de qué enorgullecerse; el rico tiene contra qué luchar. Escúchame, pues: sé verdadero pobre, sé piadoso, sé humilde» (Sermón 14,3.4). El humilde no tiene nada de que presumir y nada pretende, sabe que no puede contar consigo mismo, pero cree firmemente que puede apelarse al amor misericordioso de Dios, ante el cual está como el hijo pródigo que vuelve a casa arrepentido para recibir el abrazo del padre (cf. Lc 15,11-24). El pobre, no teniendo nada en que apoyarse, recibe fuerza de Dios y en Él pone toda su confianza. De hecho, la humildad genera la confianza de que Dios nunca nos abandonará ni nos dejará sin respuesta.

6. A los pobres que habitan en nuestras ciudades y forman parte de nuestras comunidades les digo: ¡no pierdan esta certeza! Dios está atento a cada uno de ustedes y está a su lado. No los olvida ni podría hacerlo nunca. Todos hemos tenido la experiencia de una oración que parece quedar sin respuesta. A veces pedimos ser liberados de una miseria que nos hace sufrir y nos humilla, y puede parecer que Dios no escucha nuestra invocación. Pero el silencio de Dios no es distracción de nuestros sufrimientos; más bien, custodia una palabra que pide ser escuchada con confianza, abandonándonos a Él y a su voluntad. Es de nuevo Sirácida quien lo atestigua: “la sentencia divina no se hace esperar en favor del pobre” (cf. Si 21,5). De la palabra pobreza, por tanto, puede brotar el canto de la más genuina esperanza. Recordemos que «cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. […] Esa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2).

7. La Jornada Mundial de los Pobres es ya una cita obligada para toda comunidad eclesial. Es una oportunidad pastoral que no hay que subestimar, porque incita a todos los creyentes a escuchar la oración de los pobres, tomando conciencia de su presencia y su necesidad. Es una ocasión propicia para llevar a cabo iniciativas que ayuden concretamente a los pobres, y también para reconocer y apoyar a tantos voluntarios que se dedican con pasión a los más necesitados. Debemos agradecer al Señor por las personas que se ponen a disposición para escuchar y sostener a los más pobres. Son sacerdotes, personas consagradas, laicos y laicas que con su testimonio dan voz a la respuesta de Dios a la oración de quienes se dirigen a Él. El silencio, por tanto, se rompe cada vez que un hermano en necesidad es acogido y abrazado. Los pobres tienen todavía mucho que enseñar porque, en una cultura que ha puesto la riqueza en primer lugar y que con frecuencia sacrifica la dignidad de las personas sobre el altar de los bienes materiales, ellos reman contracorriente, poniendo de manifiesto que lo esencial en la vida es otra cosa.

La oración, por tanto, halla la confirmación de su propia autenticidad en la caridad que se hace encuentro y cercanía. Si la oración no se traduce en un actuar concreto es vana, de hecho, la fe sin las obras «está muerta» (St 2,26). Sin embargo, la caridad sin oración corre el riesgo de convertirse en filantropía que pronto se agota. «Sin la oración diaria vivida con fidelidad, nuestra actividad se vacía, pierde el alma profunda, se reduce a un simple activismo» (Benedicto XVI, Catequesis, 25 abril 2012). Debemos evitar esta tentación y estar siempre alertas con la fuerza y la perseverancia que provienen del Espíritu Santo, que es el dador de vida.

8. En este contexto es hermoso recordar el testimonio que nos ha dejado la Madre Teresa de Calcuta, una mujer que dio la vida por los pobres. La santa repetía continuamente que era la oración el lugar de donde sacaba fuerza y fe para su misión de servicio a los últimos. El 26 de octubre de 1985, cuando habló a la Asamblea General de la ONU mostrando a todos el rosario que llevaba siempre en mano, dijo: «Yo sólo soy una pobre monja que reza. Rezando, Jesús pone su amor en mi corazón y yo salgo a entregarlo a todos los pobres que encuentro en mi camino. ¡Recen también ustedes! Recen y se darán cuenta de los pobres que tienen a su lado. Quizá en la misma planta de sus casas. Quizá incluso en sus hogares hay alguien que espera vuestro amor. Recen, y los ojos se les abrirán, y el corazón se les llenará de amor».

Y cómo no recordar aquí, en la ciudad de Roma, a san Benito José Labre (1747-1783), cuyo cuerpo reposa y es venerado en la iglesia parroquial de Santa María ai Monti. Peregrino de Francia a Roma, rechazado en muchos monasterios, trascurrió los últimos años de su vida pobre entre los pobres, permaneciendo horas y horas en oración ante el Santísimo Sacramento, con el rosario, recitando el breviario, leyendo el Nuevo Testamento y la Imitación de Cristo. Al no tener siquiera una pequeña habitación donde alojarse, solía dormir en un rincón de las ruinas del Coliseo, como “vagabundo de Dios”, haciendo de su existencia una oración incesante que subía hasta Él.

9. En camino hacia el Año Santo, exhorto a cada uno a hacerse peregrino de la esperanza, ofreciendo signos concretos para un futuro mejor. No nos olvidemos de cuidar «los pequeños detalles del amor» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 145): saber detenerse, acercarse, dar un poco de atención, una sonrisa, una caricia, una palabra de consuelo. Estos gestos no se improvisan; requieren, más bien, una fidelidad cotidiana, casi siempre escondida y silenciosa, pero fortalecida por la oración. En este tiempo, en el que el canto de esperanza parece ceder el puesto al estruendo de las armas, al grito de tantos inocentes heridos y al silencio de las innumerables víctimas de las guerras, dirijámonos a Dios pidiéndole la paz. Somos pobres de paz; alcemos las manos para acogerla como un don precioso y, al mismo tiempo, comprometámonos por restablecerla en el día a día.

10. Estamos llamados en toda circunstancia a ser amigos de los pobres, siguiendo las huellas de Jesús, que fue el primero en hacerse solidario con los últimos. Que nos sostenga en este camino la Santa Madre de Dios, María Santísima, que, apareciéndose en Banneux, nos dejó un mensaje que no debemos olvidar: «Soy la Virgen de los pobres». A ella, a quien Dios ha mirado por su humilde pobreza, obrando maravillas en virtud de su obediencia, confiamos nuestra oración, convencidos de que subirá hasta el cielo y será escuchada. 

Roma, San Juan de Letrán, 13 de junio de 2024, Memoria de san Antonio de Padua, patrono de los pobres.

                                                                                FRANCISCO

 

LA FE DE TIEMPOS DIFICILES

 

Estos son tiempos difíciles, qué duda cabe. Vivimos una gran crisis económica, que afecta a toda la humanidad, aunque a algunos más gravemente que a otros; tenemos penosos focos de guerra, y en lugar de buscar acuerdos de paz, se intenta por todos los medios,  extender peligrosamente los territorios involucrados; aumentan los desastres naturales, producto del cambio climático; aumenta el número de lideres que son elegidos por su estilo irracionalista, extravagante, caracterizados por usar un leguaje agresivo, ofensivo y perentorio, todo lo cual no favorece el diálogo democrático ni el sentido de unidad.

 

Los tiempos difíciles tienen un efecto muy paradojal en la vida espiritual de todas y todos nosotros. Por una parte, hay muchos que se alejan de su fe, pierden la esperanza y se centran en sí mismos y sus necesidades, de un modo individualista. Sin embargo, también hay evidencia de que la vida de fe se ha renovado a lo largo de la historia en momentos de agitación social y política, en tiempo de perturbación moral, provocando una profunda transformación espiritual. Estos efectos son colectivos, pero también muy personales.

 

En el evangelio de este domingo nos volvemos a encontrar con una de las viudas más famosas de la historia, aquella a la que Jesús sacó del anonimato, al hacer notar a sus discípulos, el valor de fondo de la modesta ofrenda, depositada en la alcancía del templo. Muchas veces hemos corrido el riesgo de hacer una aproximación algo liviana a esta historia. No se trata solo de una mujer desprendida, capaz de un gesto de generosidad. Es mucho más que eso.

 

Con su donación la viuda cumplía el precepto de Tzedaka, que se refiere a extender la justicia, a través de la solidaridad, que era uno de los mandamientos centrales de la veneración a Dios, contribuir a que todos tengan lo necesario. El capítulo 19 de Levítico establece que: "Y cuando sieguen las mieses de su tierra, no acaben de segar el rincón de su campo, y las espigas verdes al cosechar su mies, no recogerán; ni los granos de la uva de su viña recogerán; para el pobre y para el peregrino los dejarás; Yo soy el Eterno, su Dios".

 

La intención era ofrecer al necesitado una forma digna de ganar su alimento, sin ponerlo en la necesidad de rogar por una limosna. Este es uno de los principios que guían al precepto.  Tzedaka es una obligación ordenada por Dios a todos los judíos. Incluso una persona pobre o con necesidades materiales no está exenta del precepto.

 

La viuda, pesar de vivir tiempos difíciles, no duda en hacer el gesto libre, valiente y convencido de ponerse absolutamente en manos de Dios. Ella da todo lo que tiene, porque sabe que de ese modo se hace parte de la comunidad que venera a Dios, ofreciendo y recibiendo solidaridad y justicia. No se trata de filantropía, se trata de una experiencia de desarrollo espiritual largamente cultivada. No es el gesto impulsivo de un momento, es una señal de confianza en Dios y en la comunidad de creyentes, madurada y asentada firmemente en su corazón. No se trata de cumplir un mandato, es una decisión soberana y esperanzada, que moviliza los mecanismos más de fondo que dan sentido a su vida. No es un acto de fe ciega, es reflejo de una fe experiencial, de un largo vínculo con un Dios confiable.

 

Esas son las connotaciones del gesto que Jesús rescata del anonimato y lo señala como la respuesta que nos pone a salvo de las actitudes dependientes, pueriles, descuidadas, auto exculpatorias, o manipuladoras. La experiencia de la viuda es un salto adelante de maduración psicoespiritual y merecieron la admiración de Jesús, porque para él también la relación con Dios no se trata de “algo” si no de “todo”. 

 

La fe de los tiempos difíciles, aquellos en que se palpa el éxito de las ruinas, no consiste en creer que Dios existe, consiste en experimentar que Dios es el Dios de la vida, de la resurrección, de la transformación del dolor en fortaleza, del temor en confianza y de la decepción en esperanza. ¡Amén!

                    Ana María Díaz, Ñuñoa, 10 de noviembre de 2024

Last modified: Saturday, 16 November 2024, 12:57 AM