Primer paso: Contemplamos nuestra vida

 

  • Hacemos explícito que nos reunimos en Su Nombre. En el Nombre de este Dios Padre-Madre que nos ama incondicionalmente, ... la inspiración del Hijo Crucificado-Resucitado y... el fuego del Espíritu. Amén.
  • Como siempre le pedimos a la poesía y a la música que vayan despertando y templando nuestro corazón a traves de esta canción: “Yo vengo a ofrecer mi corazón” de Fito Paez

¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Tanta sangre que se llevó el río
Yo vengo a ofrecer mi corazón

No será tan fácil, ya sé que pasa
No será tan simple como pensaba
Como abrir el pecho y sacar el alma
Una cuchillada del amor.

 

Luna de los pobres siempre abierta
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Como un documento inalterable
Yo vengo a ofrecer mi corazón

Y uniré las puntas de un mismo lazo
Y me iré tranquilo, me iré despacio
Y te daré todo y me darás algo
Algo que me alivie un poco más.

 

Cuando no haya nadie cerca o lejos
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Cuando los satélites no alcancen
Yo vengo a ofrecer mi corazón

Y hablo de países y de esperanzas
Hablo por la vida, hablo por la nada
Hablo de cambiar esta, nuestra casa
De cambiarla, por cambiar nomás

¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón

 

  • Te invitamos a repetir alguna frase que te toca más en este momento. Buscamos que ayude a templar el corazón para poder contemplar nuestra vida.

 

Tiempo personal:

 

  • El poeta va describiendo diferentes situaciones y nos invita a pronunciarnos: ¿Quién dijo que todo esta perdido?, yo vengo a ofrecer mi corazón.

 

  • Si te contemplas en estos últimos tiempos: ¿Cuales son las situaciones que te estan “tensionando”, “angustiando”, te estan “desafiando”? y... a pesar y a través de todo podes afirmar: Quién dijo que todo esta perdido?, yo vengo a ofrecer mi corazón.
    • ...

 

  • Ese “corazón que seguis ofreciendo”... ¿De dónde saca fuerzas?
    • ...

 

  • Si te parece, lo podes escribir.
  • Te proponemos compartirlo. Si estas sol@, lo podes hacer después.

 

Reflexión:

 

  • Fito Paez afirma: “Luna de los pobres siempre abierta”, es una “herida” abierta por tantas injusticias. El papa Francisco habla de “cultura del descarte” para definir nuestro actual modo de vida que antepone el “consumir y tirar” al “reducir o reutilizar” y que busca el confort, el placer inmediato, potenciado por la publicidad y la industria que fabrica para que las cosas duren poco.

 

  • En su significado más inhumano, las personas son bienes de consumo, que pueden ser usados y tirados, esclavizados, excluidos o sometidos a desigualdad y falta de recursos y derechos.

Basta mirar algunas cifras para ver la magnitud del problema, agravado por la crisis sanitaria mundial, sobre todo entre los más empobrecidos del Sur. Los 1.300 millones de personas que había a principios de 2020 sufriendo pobreza multidimensional, podrían aumentar este año en 500 millones a causa de la pandemia.

  • Frente a tanta injusticia podríamos “tirar la toalla”, dejarnos paralizar por la impotencia; sin embargo hay “algo”, hay “alguien” que moviliza en millones de seres humanos la compasión, la reciprocidad y la solidaridad que nos hace decir: “¿Quien dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”.
  • Muchas veces podemos sentir, en nuestras relaciones más cercanas que... “No será tan fácil, ya sé que pasa. No será tan simple como pensaba. Como abrir el pecho y sacar el alma. Una cuchillada del amor”. Todos tenemos nuestras “heridas” que han brotado de haber apostado al amor. “Heridas” que han cicatrizado y otras no. “Heridas” que nos han enseñado a perdonar y dejarnos perdonar. “Heridas” que nos han convocado a volver a empezar. Entre dolores y alegrías, entre perdones y “cosas” que nos cuestan “tragar”, perdonar podemos decir: “¿Quien dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”.
  • Jesús sabe del “hambre de pan y de abrazos” por eso cada día puede afirmar, desde el amor:  “¿Quien dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Vayamos al encuentro de nuestro Maestro para caer más en la cuenta, quién nos alienta para seguir ofreciendo nuestro corazón.
    • Esta reflexión, ¿Qué me provoca?, ¿Qué me hace sentipensar?
Segundo paso: Escuchamos el Evangelio, La Sabiduría de Jesús

Según la Comunidad de Juan 20,19-23

 

“Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. Jesús les volvió a decir: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos.»

 

 

Nos quedamos un rato en silencio para que siga resonando en nosotros el Evangelio. Si quieren lo pueden volver a leer o volver a escuchar, para seguir contemplando al Maestro.

 

Reflexión:

 

  • La comunidad de Juan nos comparte que el Resucitado es el mismo que ha sido Crucificado. En el capítulo anterior en el versículo 30 dice: “Jesús probó el vino y dijo: «Todo está cumplido.» Después inclinó la cabeza y entregó el Espíritu”. Después, el anuncio de que Jesús ha Resucitado vendrá de la boca de una mujer, de María Magdalena (toda una novedad para esa cultura machista y patriarcal) (Jn.20, 1-18). Luego este pasaje donde Jesús va al encuentro de sus discípulas y discípulos que están encerrados por miedo.

 

  • Jesús que le puso el cuerpo a ese “¿quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”, les muestra “sus heridas” como “un documento inalterable”, para afirmarles que la vida y el amor tienen la última palabra, no la muerte y el odio. Por eso dos veces les dice que “tengan paz”, que confíen que a Dios Padre y Madre no se le fue la vida de las manos.

 

  • Y los vuelve a desafiar como siempre. Antonio Pagola comenta: “Pero Jesús sabe que sus discípulos son frágiles. Más de una vez ha quedado sorprendido de su «fe pequeña». Necesitan Su propio Espíritu para cumplir su misión. Por eso, se dispone a hacer con ellos un gesto muy especial. No les impone sus manos ni los bendice, como hacía con los enfermos y los pequeños: «Exhala su aliento sobre ellos y les dice: Reciban el Espíritu Santo».

El gesto de Jesús tiene una fuerza que no siempre sabemos captar. Según la tradición bíblica, Dios modeló a Adán con «barro»; luego sopló sobre él su «aliento de vida»; y aquel barro se convirtió en un «viviente». Eso es el ser humano: un poco de barro, alentado por el Espíritu de Dios. Y eso será siempre la Iglesia: barro alentado por el Espíritu de Jesús”.

  • Nosotros sabemos que este Espíritu no es solo para las discípulas y discípulos de Jesús. En cada amanecer Jesús “sopla Su Aliento” para que cada ser humano tenga coraje de decir: “¿Quien dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Para esto es necesario cultivar nuestra interioridad al estilo de Jesús, aprender a detenernos, hacer silencio y curar nuestras heridas.

 

  • ¿Qué nos parece esta reflexión?. Y... ¿Cómo la vinculamos con lo que veníamos reflexionando?

 

 

 

Tercer paso: “Dejarnos abrazar por Dios que es AMAR”.

  • El ejercicio simple y profundo de bendedir, de “decir bien” nos ayuda a sabernos arte y parte de La Creación y en comuníón con El Creador, que sigue creando con nosotros. Nos ayuda a cultivar un corazón agradecido.

 

  • Con todo lo que venimos descubriendo y reflexionando, volvamos a escuchar la canción: “Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Se la cantamos a Jesús agradeciéndole que siempre nos ofrece su Espíritu.

 

  • Ahora los invitamos a hacer una oración aun más explícita. Traemos al corazón diferentes situaciones que estan resonando en nosotros, lo que esta pasando en nuestro lugar, nuestro país, en la humanidad, con nuestra madre tierra…

 

  • Despues de un rato de silencio.
    • Dejamos que brote una oración de acción de gracias… de petición… de perdón

 

  • Tambien, como nos pasa siempre… empezamos a traer la vida de los que estan frágiles, los que estan enferm@s… aquell@s que han fallecido, que han vivido su pascua. Confiamos que estan resucitad@s.  Junto con ell@s decimos: “Padrenuestro...”

 

  • Los invitamos a terminar con esta reflexión de Atahualpa Yupanqui. Imaginemos que Jesús mostrándonos sus heridas nos dice:

 

“Los pueblos, los hombres

 se enfrían por ausencia de espíritu.

Pero estamos nosotros,

con pedernal y yesca,

con melodías y cantares,

 poemas y reflexiones,

alto desvelo y sueños de todo tipo,

para entibiar las horas de aquellos

que no quieren congelarse todavía”.

 

Que el Espíritu nos de coraje para ponerle el cuerpo a esta oración.

Estamos contentos de poder ofrecerles esta celebración.

L@s abrazamos Federico cp y Carlos cp

Nos ayudan para armar estas celebraciones …

Nos ayudan para armar estas celebraciones …

 

  1. Nos ayuda mucho escuchar “UN TAL JESÚS”. Los invitamos a escuchar Nº 142 “Fuego en la tierra”.

 

2. JOSÉ ANTONIO PAGOLA

Si ponen en google “Comentarios bíblicos de José Antonio Pagola” se van a encontrar con sus reflexiones sobre los textos del domingo. Para cada domingo tiene varias homilías porque son de diferentes años. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BARRO ANIMADO POR EL ESPÍRITU

 

Recibid el Espíritu Santo.

 

Juan ha cuidado mucho la escena en que Jesús va a confiar a sus discípulos su misión. Quiere dejar bien claro qué es lo esencial. Jesús está en el centro de la comunidad llenando a todos de su paz y su alegría. Pero a los discípulos les espera una misión. Jesús no los ha convocado sólo para disfrutar de él, sino para hacerlo presente en el mundo.

Jesús los «envía». No les dice en concreto a quiénes han de ir, qué han de hacer o cómo han de actuar: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Su tarea es la misma de Jesús. No tienen otra: la que Jesús ha recibido del Padre. Tienen que ser en el mundo lo que ha sido él.

Ya han visto a quiénes se ha acercado, cómo ha tratado a los más desvalidos, cómo ha llevado adelante su proyecto de humanizar la vida, cómo ha sembrado gestos de liberación y de perdón. Las heridas de sus manos y su costado les recuerdan su entrega total. Jesús los envía ahora para que «reproduzcan» su presencia entre las gentes.

Pero sabe que sus discípulos son frágiles. Más de una vez ha quedado sorprendido de su «fe pequeña». Necesitan su propio Espíritu para cumplir su misión. Por eso, se dispone a hacer con ellos un gesto muy especial. No les impone sus manos ni los bendice, como hacía con los enfermos y los pequeños: «Exhala su aliento sobre ellos y les dice: Recibid el Espíritu Santo».

El gesto de Jesús tiene una fuerza que no siempre sabemos captar. Según la tradición bíblica, Dios modeló a Adán con «barro»; luego sopló sobre él su «aliento de vida»; y aquel barro se convirtió en un «viviente». Eso es el ser humano: un poco de barro, alentado por el Espíritu de Dios. Y eso será siempre la Iglesia: barro alentado por el Espíritu de Jesús.

Creyentes frágiles y de fe pequeña: cristianos de barro, teólogos de barro, sacerdotes y obispos de barro, comunidades de barro... Sólo el Espíritu de Jesús nos convierte en Iglesia viva. Las zonas donde su Espíritu no es acogido, quedan «muertas». Nos hacen daño a todos, pues nos impiden actualizar la presencia viva de Jesús. Muchos no pueden captar en nosotros la paz, la alegría y la vida renovada por Cristo. No hemos de bautizar sólo con agua, sino infundir el Espíritu de Jesús. No sólo hemos de hablar de amor, sino amar a las personas como las amaba él.

 

José Antonio Pagola

 

HOMILIA

 

2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS

15 de mayo de 2005

 

ALIENTO DE VIDA

 

Recibid el Espíritu Santo.

 

Los hebreos se hacían una idea muy bella y real del misterio de la vida. Así describe la creación del hombre un viejo relato del siglo ix antes de Cristo: «El Señor Dios modeló al hombre del barro de la tierra. Luego, sopló en su nariz aliento de vida. Y así el hombre se convirtió en un viviente».

Es lo que dice la experiencia. El ser humano es barro. En cualquier momento se puede desmoronar. ¿Cómo caminar con pies de barro? ¿Cómo mirar la vida con ojos de barro? ¿Cómo amar con corazón de barro? Sin embargo, este barro ¡ vive! En su interior hay un aliento que le hace vivir. Es el Aliento de Dios. Su Espíritu vivificador.

Al final de su evangelio, Juan ha descrito una escena grandiosa. Es el momento culminante de Jesús resucitado. Según su relato, el nacimiento de la Iglesia es una «nueva creación». Al enviar a sus discípulos, Jesús «sopla su aliento sobre ellos y les dice: Recibid el Espíritu Santo».

Sin el Espíritu de Jesús, la Iglesia es barro sin vida: una comunidad incapaz de introducir esperanza, consuelo y vida en el mundo. Puede pronunciar palabras sublimes sin comunicar «algo» de Dios a los corazones. Puede hablar con seguridad y firmeza sin afianzar la fe de las personas. ¿De dónde va a sacar esperanza si no es del aliento de Jesús? ¿Cómo va a defenderse de la muerte sin el Espíritu del resucitado?

Sin el Espíritu creador de Jesús, podemos terminar sin que nadie en la Iglesia crea en algo diferente. Todo debe ser como ha sido. No está permitido soñar en grandes novedades. Lo más seguro es una religión estática y controlada, que cambie lo menos posible. Lo que hemos recibido de otros tiempos es también lo mejor para los nuestros. Nuestras generaciones han de celebrar su fe vacilante con el lenguaje y los ritos de hace muchos siglos. Los caminos están marcados. No hay que preguntarse por qué.

¿Cómo no gritar con fuerza: «¡Ven, Espíritu Santo! Ven a tu Iglesia. Ven a liberarnos del miedo, la mediocridad y la falta de fe en tu fuerza creadora»? No hemos de mirar a otros. Hemos de abrir cada uno nuestro propio corazón.

 José Antonio Pagola

 

HOMILIA

 

2001-2002 – CON FUEGO

19 de mayo de 2002

 

CUIDAR EL CORAZÓN

 

Recibid el Espíritu Santo.

 

En la cultura actual el «corazón» es la sede del amor. No ha sido siempre así. Según una tradición que hunde sus raíces en la fe bíblica y que fue cultivada por grandes místicos de los primeros siglos, el «corazón» es lo más íntimo de la persona, el lugar desde donde el individuo puede integrar y armonizar todas las dimensiones de su ser.

La visión de estos padres y madres del desierto es grandiosa. El ser humano no es sólo un compuesto biológico: un alma aprisionada en la carne, un «pobre animal» zarandeado por toda clase de fuerzas y pulsiones. En lo más íntimo de su «corazón» hay un espacio donde puede acoger al Espíritu de Dios que es fuente de vida, integración y armonía de toda la persona.

En la soledad del desierto, estos hombres y mujeres llegaron a conocerse interiormente de una manera difícil de superar. Para ellos, el pecado no es un «asunto moral», sino la fuerza que descentra al individuo, lo disgrega y le hace perder su armonía destruyendo la alegría interior.

Lo peor que le puede suceder a una persona es vivir con un corazón de piedra, reseco y endurecido, incapaz de abrirse al Espíritu Santo; un corazón cerrado al amor y la ternura, dividido y disperso, sin fuerza para unificar su ser y alimentar su vida.

Los hombres y mujeres de hoy creemos saber mucho de todo y no sabemos siquiera cuidar nuestro corazón. Víctimas de nuestra frivolidad, no conocemos una vida armoniosa e integrada: vivimos aburridos a fuerza de buscar diversión; siempre cambiando y siempre perseguidos por la monotonía; siempre en busca de bienestar y siempre decepcionados. Nos falta un corazón abierto al Espíritu de Dios que nos haga conocer dónde está la fuente de vida.

Por eso, invocar al Espíritu de Dios no es una oración más. Gritar desde el fondo de nuestro ser: «Ven, Espíritu Santo», es desear vida nueva. Nuestro corazón de piedra se puede convertir en corazón de carne; nuestro vacío interior se puede llenar de Espíritu. La fiesta cristiana de Pentecostés vivida en esta actitud de invocación debería ser punto de partida de una vida renovada por el Espíritu.

Last modified: Saturday, 27 May 2023, 8:41 AM