“Testigos de la luz”
Primer paso: Contemplamos nuestra vida |
- Hacemos explícito que nos reunimos en Su Nombre. En el Nombre de este Dios que es Amar, que es Padre-Madre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
- Le pedimos a la poesía y a la música, que vayan despertando y templando nuestro corazón a través de esta canción: “Hay tanta luz” de El árbol de Diego.
HAY TANTA LUZ
Vengo de un trocito de tierra. Tan angosto como una espiga
Abrazado a una cordillera. Y arrullado por el mar que azul se le orilla.
Llevo en mi volcanes que rugen. Ríos que tejen araucarias.
Un desierto que canta flores. Y un viejo glaciar que descongela magia.
Tengo una pena en el pecho. Y una guitarra que llora.
Traigo la voz de una abuela cantora
Hay tanta luz en esta tierra de indolente oscuridad
Tanta que pronto va a aclarar; hay tanta luz acá que no podemos dejar de cantar
Tu corazón no puede dejar de brillar.
Vengo de un trocito de tierra. Asediado por la codicia.
Pero mira el cóndor aun vuela sobre el denso manto de ilusiones grises.
Traigo canciones sencillas y honestas como mi padre.
Traigo la fuerza que me dio mi madre
Hay tanta luz en esta tierra de indolente oscuridad. Tanta que pronto va a aclarar Hay tanta luz, acá que no podemos dejar de cantar...
Tu corazón no puede dejar de brillar
Tu corazón no puede dejar de brillar
Tu corazón no puede dejar de brillar...
Tu corazón no puede dejar de brillar...
Tiempo personal:
- El poeta nos dice: “Hay tanta luz en esta tierra de indolente oscuridad”... esta describiendo algo de lo que siente de su Chile amado.
- Por un lado ve: “tanta luz”, y también ve esa “tierra de indolente oscuridad”, que no se conmueve, que no le duelen las injusticias...
- ¿Cómo estas viviendo, ahí donde estas, esa “tierra de indolente oscuridad”?
- ...
- ¿Cómo estas viviendo, ahí donde estas, esa “tierra de indolente oscuridad”?
- ¿Podes ver “tanta luz”?... ¿Dónde la ves?... ¿Quiénes son luz para vos?
- ...
- Si te parece, lo podes escribir.
- Te proponemos compartirlo. Si estas sol@, lo podes hacer después.
Reflexión:
- En Rosa Ramos, en su artículo sobre el adviento: “¿Qué podemos esperar y cómo? que escribió para Amerindia a principios de diciembre, encontramos una forma de describir esta “tierra de indolente oscuridad”. Les ofrecemos algunos párrafos. En el anexo les compartimos toda su reflexión:
-“Tras un año de guerras y violencias que no acaban, algunas más “visibles” que otras, las “invisibilizadas” porque importan menos… ¿es que hay vidas que valen o importan más y otras menos? Tras un año de aguas movidas, revueltas, turbias, en tantos territorios (nuestros países, regiones, comunidades), que marean, agobian y hasta tientan a “abandonarlo todo”, ¿es posible -sin ser hipócritas o trasnochados- animar a la esperanza en este Adviento 2023? ¿Dónde y cómo colocar la esperanza, ser personas que la sostienen?
A nivel más micro, familiar y personal, también puede haber situaciones no bien resueltas, desánimo, cansancio, incluso depresiones que no siempre se traducen en parálisis, sino que a veces dan lugar a estados de ansiedad, activismo, problemas de atención o de sueño. En estas condiciones que parecen que se nos imponen, también puede resultar forzado invitar livianamente a la esperanza, casi como un deber “es Adviento, debemos tener esperanza”.
Tiempos difíciles, tiempos de incertidumbres, en muchos casos de desolación, nos han llevado a buscar alegrías y esperanzas superficiales, efímeras, que no sacian. Esperamos ansiosos el fin de semana o algún acontecimiento especial, casi con un pensamiento mágico… pero pasan y volvemos al vacío, a lo mismo, o a generar nuevas expectativas llenas de fantasía.
Es diferente la esperanza cristiana (a las esperas mágicas y a corto plazo en algo que llegará, como el fin de semana, o no, como esos grandes acontecimientos) porque esperamos andando, construyendo, apostando a la vida, no inactivos”.
- “Esperamos andando”, sin esperas mágicas de ningún “papa noel” del color de la coca cola, porque vemos que “Hay tanta luz” a pesar y a través de esta “tierra de
indolente oscuridad”. “Hay tanta luz” en esta “tierra asediada por la codicia”. Si! seguimos contemplando que hay mucha gente que tiene “tanta luz”. Las y los conocemos, su vida nos da esperanza, aun con “una pena en el pecho” seguimos creyendo que en lo pequeño habita tanta inmensidad, como “el Jesus niño”, como cada niña y cada niño que nace.
- Ademas cantamos y creemos convencidos que ...“el cóndor aun vuela sobre el denso manto de ilusiones grises”, así son nuestros sueños personales y colectivos. Creemos
que “los ríos que tejen araucarias... y creemos en “un desierto que canta flores”. La Madre Tierra aunque la maltratemos sigue entregándonos su belleza y su generosidad para que nos decidamos a entrar en su amorosa dinámica vital.
- Gracias a Jesús, nuestra luz, gracias a tantos y tantas que a lo largo de la historia han ofrecido “su luz”, como hoy lo esta haciendo de una manera profética nuestro querido Francisco, nos sumamos a este canto de amor que
Dios ha iniciado desde el comienzo de la creación. En cada amanecer Jesús nos canta: “ no podemos dejar de cantar... ¡Tu corazón no puede dejar de brillar!”
Esta reflexión, ¿Qué me provoca?, ¿Qué me hace sentipensar?
Segundo paso: Escuchamos el Evangelio, La Sabiduría de Jesús |
Antes del Evangelio, te invitamos a hacer un instante de silencio y así disponer nuestro corazón para la escucha atenta de Jesús.
Escuchemos a la comunidad de Juan 1, 6-8. 19-28
“Vino un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino para dar testimonio, como testigo de la luz, para que todos creyeran por él. Aunque no fuera él la luz, le tocaba dar testimonio de la luz. Este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén para preguntarle: «¿Quién eres tú? » Juan lo declaró y no ocultó la verdad: «Yo no soy el Mesías.» Le preguntaron: «¿Quién eres, entonces? ¿Elías?» Contestó: «No lo soy.» Le dijeron: «¿Eres el Profeta?» Contestó: «No.» Entonces le dijeron: «¿Quién eres, entonces? Pues tenemos que llevar una respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?». Juan contestó: «Yo soy, como dijo el profeta Isaías, la voz que grita en el desierto: Enderecen el camino del Señor.» Los enviados eran del grupo de los fariseos, y le hicieron otra pregunta: «¿Por qué bautizas entonces, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?» Les contestó Juan: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno a quien ustedes no conocen, y aunque viene detrás de mí, yo no soy digno de soltarle la correa de su sandalia.» Esto sucedió en Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan bautizaba”.
Nos quedamos un rato en silencio para que siga resonando en nosotros el Evangelio. Si quieren lo pueden volver a leer o volver a escuchar, para seguir contemplando al Maestro. Reflexión:
- Repitamos estas palabras que nos regala la comunidad de Juan, sobre Juan el Bautista: “Vino para dar testimonio, como testigo de la luz”. Juan Bautista se sumó a este grito de liberación que el Dios de los profetas venían anunciado. Juan se siente interpretado por el profeta Isaías, otro testigo del Dios liberador y Juan decide ponerle el cuerpo a ese grito.
- Si bien la comunidad de Juan quiere dejar en claro que Jesús es el mesías y no Juan Bautista, lo cierto es que este profeta que grita en el desierto le ayudó a Jesús a descubrir “su propia luz”.
- Recordemos que Jesús no sabía que era el mesías, fue descubriendo que era el mesías. Cuando decimos que Dios se encarnó en Jesús, estamos diciendo que asumió nuestra condición humana, eso significa que la conciencia va evolucionando. Por eso decimos que Juan el Bautista fue un testigo para Jesús. Es como si Jesús y Juan se cantaran el uno al otro: “Hay tanta luz, acá que no podemos dejar de cantar... Tu corazón no puede dejar de brillar... , en este tierra de indolente oscuridad”. También se pueden cantar: “Traigo canciones sencillas y honestas como mi padre. Traigo la fuerza que me dio mi madre”.
- Nuestra fe, es una “fe de testigos”, esos testigos creíbles que contagian luz y despiertan las ganas que el otro saque su propia luz. Todos los que se encontraban con Jesús, además de admirarse de “su luz”, lo más hermoso que ocurre es que Jesús les contagia fuerza para que saquen “su propia luz”. Como si Jesús les cantase: “Tu corazón no puede dejar de brillar”. Jesús “veía luz” en cada persona que se encontraba. Una muestra de esto es esa afirmación constante: “Tu fe de ha salvado” es decir “tu luz te ha salvado”.
- Algo más. José Antonio Pagola nos recuerda: “La fe cristiana ha nacido del encuentro sorprendente que ha vivido un grupo de hombres y mujeres con Jesús. Todo comienza cuando estos discípulos y discípulas se ponen en contacto con él y experimentan "la cercanía salvadora de Dios". Esa experiencia liberadora, transformadora y humanizadora que viven con Jesús es la que ha desencadenado todo.
En nuestras comunidades estamos necesitados de estos “testigos de Jesús”. La figura del Bautista, abriéndole camino en medio del pueblo judío, nos anima a despertar hoy en la Iglesia esta vocación tan necesaria. En medio de la oscuridad de nuestros tiempos necesitamos «testigos de la luz». Testigos que despierten el deseo de Jesús y hagan creíble su mensaje. Cristianos que, con su experiencia personal, su espíritu y su palabra, faciliten el encuentro con Jesús”.
§ ¿Qué nos parece esta interpretación de este Evangelio?. Y... ¿Cómo la vinculamos con lo que veníamos reflexionando
Tercer paso: “Dejarnos abrazar por Dios que es AMAR”. |
- En este tiempo de adviento, los invitamos a colocar algún símbolo que nos ayude a entrar en la renovación de este pacto de amor, ustedes saben. Los símbolos le ayudan al corazón a entrar en sintonía con el misterio. Estamos asomándonos al misterio del Dios con nosotros en Jesús de Nazaret. Para no hacer memorias que olvidan, decidimos estar bien despiertos para que esta buena noticia nos llene de entusiasmo.
- Los invitamos a volver a escuchar “Hay tanta luz”. Dejemos que la poesía y la música sigan templando nuestro corazón.
- Si les parece podemos comentar lo que la canción nos esta provocando en este momento.
- Ahora como siempre hagamos una oración aun más explícita. Traemos al corazón diferentes situaciones que están resonando en nosotros, lo que esta pasando en nuestra familia, en nuestra comunidad, en nuestro lugar, nuestro país, en la humanidad, con nuestra madre tierra. Después de un rato de silencio.
- Dejamos que brote una oración de acción de gracias… de petición… de perdón…
- Tambien, como nos pasa siempre… empezamos a traer la vida de los que estan frágiles, los que están enferm@s… aquell@s que han fallecido, que han vivido su pascua. Confiamos que estan resucitad@s. Junto con ell@s decimos: “Padrenuestro...”.
- Los invitamos a terminar con esta oración de González Buelta que Rosa Ramos ofrece en su artículo: ““¿Qué podemos esperar y cómo?” nos ofrece, para seguir alimentando nuestra fe y nuestra esperanza.
“Esperaré a que crezca el árbol y me dé sombra.
Pero abonaré la espera con mis hojas secas.
Esperaré a que brote el manantial y me dé agua
Pero despejaré mi cauce de memorias enlodadas.
Esperaré a que apunte la aurora y me ilumine.
Pero sacudiré mi noche de postraciones y sudarios Esperaré a que llegue lo que no sé y me sorprenda Pero vaciaré mi casa de todo lo enquistado.
Y al abonar el árbol, despejar el cauce, sacudir la noche
y vaciar la casa,
la tierra y el lamento se abrirán a la esperanza”.
- Que el Espíritu nos de coraje para ponerle el cuerpo a esta oración. Estamos contentos de poder ofrecerles esta celebración.
L@s abrazamos Federico cp, Gilberto cp y Carlos cp
Nos ayudan para armar estas celebraciones … |
1. Un tal Jesús: Nº 4 “La justicia de Dios”.
https://youtu.be/go_PErIWUKM?si=CLCw6ofA76lBrhYi
2. 2. JOSÉ ANTONIO PAGOLA
Si ponen en google “Comentarios bíblicos de José Antonio Pagola” se van a encontrar con sus reflexiones sobre los textos del domingo. Para cada domingo tiene varias homilías porque son de diferentes años.
¿Qué podemos esperar y cómo? 02 de Diciembre de 2023 |
[Por: Rosa Ramos]
Esperaré a que llegue
lo que no sé y me sorprenda;
pero vaciaré mi casa de todo lo enquistado.
Benjamín González Buelta
Un nuevo Adviento se avecina, la liturgia nos pone en clave de esperanza. ¿En qué medida nos es posible, qué esperar, cómo esperar?
Tras un año de guerras y violencias que no acaban, algunas más “visibles” que otras, las “invisibilizadas” porque importan menos… ¿es que hay vidas que valen o importan más y otras menos? Tras un año de aguas movidas, revueltas, turbias, en tantos territorios (nuestros países, regiones, comunidades), que marean, agobian y hasta tientan a “abandonarlo todo”, ¿es posible -sin ser hipócritas o trasnochados- animar a la esperanza en este Adviento 2023? ¿Dónde y cómo colocar la esperanza, ser personas que la sostienen?
A nivel más micro, familiar y personal, también puede haber situaciones no bien resueltas, desánimo, cansancio, incluso depresiones que no siempre se traducen en parálisis, sino que a veces dan lugar a estados de ansiedad, activismo, problemas de atención o de sueño. En estas condiciones que parecen que se nos imponen, también puede resultar forzado invitar livianamente a la esperanza, casi como un deber “es Adviento, debemos tener esperanza”.
Otro factor que hace difícil la esperanza es la vejez. Sí, más allá de lo que hoy se nos dice acerca de la calidad de vida, de la alimentación y el deporte, así como de todas las posibilidades de la ciencia, las ayudas quirúrgicas o las químicas para vivir una vejez “con plenitud”, siempre y cuando estemos en condiciones económicas para ello. La vejez afecta la esperanza de diferentes modos, para algunos es el ocaso, la antesala de la muerte que temen, para otros es el deterioro físico o cognitivo que genera negación, angustia y temores. Claro que puede ser la vejez un tiempo privilegiado de hondura espiritual, de búsqueda radical de sentido y, por tanto, abierto a la esperanza.
Tiempos difíciles, tiempos de incertidumbres, en muchos casos de desolación, nos han llevado a buscar alegrías y esperanzas superficiales, efímeras, que no sacian. Esperamos ansiosos el fin de semana o algún acontecimiento especial, casi con un pensamiento mágico… pero pasan y volvemos al vacío, a lo mismo, o a generar nuevas expectativas llenas de fantasía. Algo así ya advertía el profeta Jeremías: “doble falta ha cometido mi pueblo, me ha abandonado a mí, que soy manantial de aguas vivas, y se han cavado pozos, pozos agrietados que no retienen el agua.” (Jr 2, 13)
Es diferente esa espera mágica, ese depositar la esperanza en lo que no sacia, a la esperanza basada en las promesas de Dios que es fiel. Los profetas esperaron contra toda esperanza, aun cuando el cielo parecía cerrado, recordaron las promesas generación tras generación y siguieron sosteniendo al pueblo, a la vez que denunciaban sus desvíos. Quizá a eso estamos llamados, a auscultar la realidad y juntos caminar, paso a paso en la espesura de la vida, atravesando oscuridades.
Y la gran promesa de Dios se hace plena en la encarnación del Hijo. En Él se funda la auténtica esperanza cristiana, es la Palabra definitiva para todos los tiempos y lugares, como lo expresa muy bien Benjamín González Buelta: “En su encarnación, Jesús bajó antes que nosotros a las periferias marginadas y contempló la historia desde el revés del mundo. Allí descubrió vida sorprendente que brotaba desde los descalificados y anunció la irrupción del Reino de Dios. Desde su reducida geografía de pobre galileo, él es la palabra definitiva de Dios para todos los tiempos y lugares. Más allá de grandes utopías o pequeños proyectos que aparecen y desaparecen con sus luces y sombras relativas, nos queda Jesús, el servidor de la utopía que atraviesa la historia…” Nuestras esperanzas históricas, arraigan y nos hablan de una esperanza radical, ya manifestada en Jesús.
De ahí que el tiempo de Adviento sea importante en nuestra liturgia, porque nos recuerda la Encarnación y que Dios no se desdice, nos ha entregado al Hijo y convalidado con la Resurrección su vida, prédica opciones y acciones que lo llevaron a la muerte en cruz. Los tiempos litúrgicos separan el único gran Misterio con fines pedagógicos, a fin de que los profundicemos y gustemos, como un alimento tan potente -que sacia- como sabroso.
Más allá de nuestras magras ilusiones, de nuestros pozos o cisternas agrietadas, hay una promesaPalabra de Dios, que es fuente inagotable de vida y esperanza, aún en las noches oscuras. Por eso vale vivir el Adviento y animar a la esperanza.
Es diferente también la esperanza cristiana (a las esperas mágicas y a corto plazo en algo que llegará, como el fin de semana, o no, como esos grandes acontecimientos) porque esperamos andando, construyendo, apostando a la vida, no inactivos. Nuevamente recurrimos a González Buelta:
Esperaré a que crezca el árbol y me dé sombra.
Pero abonaré la espera con mis hojas secas.
Esperaré a que brote el manantial y me dé agua
Pero despejaré mi cauce de memorias enlodadas.
Esperaré a que apunte la aurora y me ilumine.
Pero sacudiré mi noche de postraciones y sudarios
Esperaré a que llegue lo que no sé y me sorprenda
Pero vaciaré mi casa de todo lo enquistado.
Y al abonar el árbol, despejar el cauce, sacudir la noche y vaciar la casa,
la tierra y el lamento se abrirán a la esperanza.
Nuestra esperanza así no es vana ni en vano, y podemos alabar a Dios como Pablo: “¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de los misericordias y Dios de toda consolación!, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación...” (II Co, 1, 3-5)